Las elecciones contaminan todo lo que tocan. Y desgraciadamente somos un país en el cual siempre estamos en vísperas de elecciones.
Esta contaminación hace que debamos ver y escuchar con mucho cuidado las intervenciones de los dirigentes políticos y por lo tanto las noticias que ellos generan.
Pongamos unos pocos ejemplos. La inseguridad es hoy por hoy el problema que más preocupa a la gente- junto con el desempleo- y con toda razón. El combate a este grave mal requiere de la unión de todas las instituciones y de la ciudadanía para frenar un tipo de violencia que dispone de recursos ilimitados provenientes del narcotráfico. Los delincuentes “menores” ,que no están en el tráfico de drogas, aprovechan esa inseguridad para actuar.
Sin embargo, es evidente que buena parte de los dirigentes políticos y los candidatos están felices de tener un tema inagotable para sus ofertas de campaña, aun cuando luego de ganar sostengan que la seguridad no es su responsabilidad sino del Estado y den más importancia a cosas intrascendentes.
Otro ejemplo: los diálogos que acaban de concluir. Para todo el que haya seguido esos diálogos, es evidente que varios de los dirigentes no tenían ningún interés en buscar acuerdos sino más bien motivos para seguir la bronca que creen les ayudará a ganar elecciones internas en sus agrupaciones o las de alcaldes y prefectos en el próximo año. El grupo de Iza, grupo extremadamente violento, piensa que perdería todo el enorme poder que ha acumulado y que lo ejerce en forma monárquica, disfrazada con un discurso que habla de democracia y de bases.
El anuncio del líder de la FENOCIN de cerrar carreteras en noviembre suena a competencia de cuál de ellos es más violento. Insiste en que no hay acuerdos porque de haberlos se quedarían sin discurso. Y, sin discurso que amenace con nuevas paralizaciones y con más violencia, perderían las elecciones y el enorme poder que tienen de ordenar movilizaciones de miles de personas.
Las elecciones son fundamentales para la democracia. Pero también vienen acompañadas del riesgo de contaminar y distorsionar todos los temas y los discursos. (O)