¡Qué frustración!

Juan F. Castanier Muñoz

El presidente Lasso dispuso que debían renovarse dos de las vocalías del Consejo Directivo del IESS, las de las representaciones de los empleadores y de los trabajadores, empleados, pensionistas y seguro campesino, mismas que, a más de estar muy cuestionadas por distintos sectores, se habían extendido en 8 años, más allá del período legal. Su renovación se había tornado urgente. Como el presidente dio quince días de plazo para tal proceso, la semana pasada los empleadores ya designaron a su representante, mientras la dirigencia de los sindicatos de trabajadores, la de los empleados, la de los jubilados y la del seguro campesino, no han logrado ponerse de acuerdo, ¡cuando no!, y tan importante representación se encuentra en el limbo.

Desde hace muchos años, el manejo de la seguridad social en el Ecuador ha ido de tumbo en tumbo. El manejo político de la institución, el crecimiento de las mafias sindicales y administrativas denunciado por los mismos directivos, la corrupción en las inversiones y en las adquisiciones, el no pago de la deuda estatal y el inmisericorde y clientelar incremento de su personal, no son sino la parte más visible de una cadena de desaciertos e inmoralidades que han esquilmado al instituto. Claro está, que los 14 años “revolucionarios” en que se suspendió el pago del 40% correspondiente a las obligaciones estatales con el IESS, se elevó el número de servidores del instituto de 11.000 a 35.000, se entregaron los hospitales del IESS a clanes mafiosos, se implementaron prestaciones sin el debido financiamiento y hasta se creó un partido político cuya sede era el IESS, deben recordarse siempre como el más grande saqueo irrogado a la institución. Llama entonces la atención que las dirigencias sindicales, gremiales y comunitarias, que por ley tienen que designar un representante al máximo organismo administrativo del IESS, envés de hacerlo con diligencia, con responsabilidad, dejando de lado sus particulares aspiraciones, se vean hoy enfrascadas en una pugna de intereses, por ver, no la calidad de la representación sino quién pone a su respectivo candidato en la instancia del poder. ¡Frustrante! (O)