En Cuenca surge un movimiento para trabajar por la seguridad en los centros educativos, víctimas de robos, del microtráfico de drogas y hasta del porte de armas.
Los estudiantes son asaltados a la salida de escuelas y colegios, en las paradas de los buses, dentro de estos. Igual se diría de los universitarios.
No es generalizar, pero Cuenca no es la excepción dentro de la ola delictiva cuyo embate atemoriza a gran parte del país.
Y como si eso no fuera suficiente, se roba hasta en los centros educativos. Desde enero a octubre de 2022, de 25 planteles se han sustraído equipos electrónicos y electrodomésticos.
Eso es preocupante. Lo es desde hacía varios años. Pero hay otro elemento, igual de grave. Ciertos estudiantes portan sustancias prohibidas, armas, y cometen abusos sexuales. Así lo han denunciado autoridades de ciertos centros educativos.
El porte de determinada cantidad de droga a pretexto de ser asunto de salud pública, al parecer ha desembocado en microtráfico. ¿Lo portan quiénes en verdad lo requieren, o está al libre albedrío, no solo para comercializarla sino hasta para engatusar a los menores de edad, volverlos dependientes y asegurarse el “mercado negro”?
Si hay estudiantes portando armas, llegamos al colmo. No han de ser gratuitas las quejas de los directivos cuya acción llega hasta allí; pues ni siquiera pueden revisar sus mochilas so pena de ser denunciados por “violación de derechos”.
Por eso surge el movimiento Por una Educación Segura. El objetivo es emprender acciones para exigir el control del micro narcotráfico, generar conciencia en todos los estamentos del quehacer educativo en pro de la seguridad.
Plantea colocar cámaras de video vigilancia en los centros educativos, formar brigadas para prevenir y alertar; alentar la creación de protocolos de seguridad y el control del comercio informal alrededor de los planteles.
Todo cuanto se haga para dar seguridad, en este caso a los estudiantes, merece el apoyo de todos, comenzado por las correspondientes autoridades.
