Hablar de derechos humanos es tan fácil como hacerlo de “Libertad, Igualdad y Fraternidad” los tres grandes ideales que luego de doscientos cincuenta años no han pasado de ser enunciados teóricos.
¿Qué se dijo de los sacrificados en el paredón de la revolución cubana por el “crimen” de pensar diferente y de los miles de estudiantes asesinados en la plaza de Tianamen en la capital de China cuando en 1989 cometieron el “delito” de reclamar libertades y democracia? Por esa horrenda matanza de universitarios apenas si hubo tibios reclamos a pesar de ser uno de los hechos represivos más bárbaros del siglo XX y de que los sanguinarios responsables permanecen sin castigo. Me refiero también a los miles de muertos y martirizados por Lenin, Stalin y la KGB y a los presos de conciencia que permanecen en las cárceles de China y de Cuba por ejercer su derecho de pensar libremente y ser opositores a los gobiernos de esos países sin que todavía haya un movimiento universal para exigir su libertad.
Quiero también reclamar por los millares de campesinos y otros civiles asesinados por fuerzas paramilitares y por los terroristas –o “fuerzas armadas de oposición”, como ahora se les denomina- de Sendero Luminoso y MRTA del Perú y Fuerzas Armadas Revolucionarias, FARC, y Ejército de Liberación Nacional, ELN, de Colombia que, en una cruel confrontación, se han disputado el control político de algunas regiones de esos países.
Reclamo también por los derechos de las minorías sexuales que a pesar de haber conseguido la despenalización de su conducta –derecho elemental en casi todo el mundo- todavía son víctimas de la ignorancia, no sólo de las fuerzas policiales que les agreden ilegalmente cada vez que pueden, sino también de patronos, compañeros de trabajo y estudio y hasta de sus familiares, gentes todas que no comprenden el derecho de cada quien a vivir como prefiera. Finalmente reclamo por las víctimas del secuestro, hecho criminal repudiable, sea cual sea su finalidad, porque viola el derecho a la libertad de todo ser humano, ocasiona inconmensurable sufrimiento al secuestrado y a sus familiares y pone en peligro hasta la vida misma de la víctima. (O)