Los países más ricos, que se han beneficiado de los excedentes agrícolas generados a través de sus posesiones coloniales, deben «asumir razonablemente» el aumento del coste de los alimentos durante el proceso de transición hacia la sostenibilidad debido el cambio climático, advierte la Organización de la ONU para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
El cambio climático afecta negativamente a la producción de alimentos, degrada los recursos naturales y hace inevitable una «transición hacia sistemas agroalimentarios sostenibles que, probablemente, harán subir los precios», indica el organismo en su informe sobre «El futuro de la alimentación y la agricultura» (FOFA) publicado este viernes.
Los más afectados por este previsible encarecimiento serán los países y grupos sociales con ingresos bajos, lo que para la FAO obliga a «aplicar políticas que favorezcan una distribución más equitativa de la renta dentro de los Estados y entre ellos».
«Los países de renta alta no solo se han beneficiado de sus propios excedentes agrícolas, sino que también se han aprovechado de los excedentes generados a través de sus posesiones coloniales y de otras formas de explotación», recordó a EFE el economista de la FAO Lorenzo Giovanni Bellù.
Son precisamente los países y grupos sociales más ricos quienes deberían «asumir razonablemente» los costes de paliar «los impactos negativos que el desarrollo sostenible» tiene en los afectados por el cambio climático y las subidas en los precios, reclamó el organismo de la ONU.
Parte del éxito de las políticas de transición hacia la sostenibilidad recae en la imagen que se traslada a la ciudadanía sobre los costes de esta transformación.
«Vender al público el mensaje de que las personas acomodadas tienen que salir perdiendo económicamente a corto plazo para poder cosechar beneficios medioambientales y resiliencia para todos a medio y largo plazo, es contraproducente en esta época de cortoplacismo», señala el informe.
Sin embargo, el cortoplacismo al que apunta la FAO «terminará inevitablemente, ya sea de forma abrupta, con costes incalculables para todos, o con una transición gradual» que priorice los «objetivos a largo plazo».
Pero la sostenibilidad agroalimentaria no se conseguirá únicamente con el cambio de prioridades medioambientales y económicas de los países ricos, ya que las naciones más pobres no podrán mantener «las vías de desarrollo seguidas por los Estados de ingresos elevados».
Potencias en desarrollo como China o la India se encuentran entre los principales emisores de gases de efecto invernadero y, junto con el resto de países, desarrollan unas prácticas agrícolas basadas en el «uso intensivo de bienes», según el FOFA.
Ante un futuro en el que se prevé que la población mundial siga creciendo y con unos sistemas agroalimentarios que «ya están sobrepasando los límites planetarios de recursos naturales», todos los países deberán aprender a «producir más con menos» potenciando la eficiencia.
El nivel actual de explotación de recursos naturales y el mantenimiento de unas políticas medioambientales que «se limiten a salir del paso haciendo lo justo para evitar colapsos sistémicos» llevarán a unas «condiciones de vida deficientes para un gran número de personas», advirtió Bellù.
Las alternativas al modelo actual de producción agrícola y de alimentos no son «soluciones mágicas» que hagan sencilla la transición a un nuevo sistema y dependen de la realidad de cada país, reconoció el economista.
En los países ricos, «la aparición de consumidores críticos e informados podría tener un importante papel transformador, no solo en los sistemas agroalimentarios locales, sino también a nivel mundial».
En cambio, en las regiones más desfavorecidas se tendrá que hacer frente a los costes de elegir entre «la necesidad de exportar productos primarios para obtener ingresos y la necesidad de aumentar la resistencia de los sistemas agroalimentarios mediante la diversificación», detalló.
En este sentido, la guerra en Ucrania, que bloqueó durante semanas el comercio de grano, incrementó gravemente las hambrunas en buena parte de África y demostró como la gran especialización productiva de algunos países puede suponer una «grave amenaza para la seguridad alimentaria», recoge el FOFA. EFE