Una celebración lleva a otra y así, de recuerdo en recuerdo, hilando cabos la vida cobra sentido en los mínimos detalles que hacen la diferencia porque dan contenido a la cotidianidad, aunque al momento de vivirlos pasen como uno más, desapercibidos. Es el caso de la música navideña que nos acompaña desde la niñez. Quién no cantó villancicos en el hogar, en la escuela o en el coro de la iglesia, algo le faltó a su infancia.
De celebración en celebración, así, cuando nos preparamos para festejar los ciento cincuenta años de mi escuela “Tomás Rendón” recordamos, más de 60 años después, que una de las actividades infantiles preferidas fue cantar villancicos, con el maestro capilla de la iglesia parroquial, en misas, pases y novenas de las temporadas navideñas, copiando letras de un viejo cuaderno guardado en el no menos viejo melodio conventual. Ahora, a la luz de prolijas investigaciones, estas melodías catalogadas como Tonos del Niño Cuencanos Patrimoniales, para Janet Alvarado Delgada, son genuina expresión musical navideña del Siglo XIX -practicados y transmitidos en órganos de tubo, harmonios y coros-, generalmente compuestas por los “maestros de capilla” virtuosos artistas anónimos, muchos de ellos, que nos dejaron un riquísimo legado en sus apuntes de partituras manuscritas, como el “Cuaderno de cantos al Niño Dios” del maestro José María Rodríguez rescatado, estudiado y puesto en valor por nuestra consagrada musicóloga.
Parte del rico patrimonio musical navideño cuencano está recopilado en unos CD, verdaderas reliquias musicales que armonizan mis navidades como de muchísimas familias en estos especiales días: “Tonos del Niño Cuencanos Siglo XIX”, 13 obras interpretados por Sandra Argudo y Juan Carlos Cerna con acompañamiento de Janet Alvarado al piano, y; “Tonos del Niño y Villancicos del Azuay y Cañar”, 11 piezas cantados por Vanesa Freire, acompañada de Janet Alvarado al piano y Carlos Freire Soria con instrumentos andinos. (O)