Hablar de derechos humanos es tan fácil como hacerlo de “Libertad, Igualdad y Fraternidad” los tres grandes ideales que luego de doscientos cincuenta años casi no han pasado de ser enunciados. Cuando se conmemora el medio siglo de la declaración de los Derechos Humanos quiero referirme a aquellas víctimas de quienes poco se dice porque sus victimarios gozan de las simpatías colectivas y de quienes se prefiere no hablar.
Me estoy refiriendo a los sacrificados en el paredón de la revolución cubana por decisión de sus líderes quienes ordenaron el fusilamiento de miles por el “crimen” de pensar diferente. A los más de cinco mil estudiantes asesinados en la plaza de Tianamen, en la capital de China, cuando en 1989 cometieron el “delito” de reclamar libertades y democracia. Por esa horrenda matanza de universitarios apenas si hubo tibios reclamos a pesar de que es uno de los hechos represivos más bárbaros del siglo XX. Me refiero también a los miles de muertos y martirizados por Stalin y la KGB y a los presos de conciencia que permanecen en las cárceles de China y de Cuba por ejercer su derecho de pensar libremente y ser opositores a los gobiernos de esos países sin que todavía haya un movimiento universal para exigir su libertad.
Reclamo por los derechos de quienes, en nuestro país, son detenidos por la Policía por el “delito” de no portar su cédula de ciudadanía o por contravenciones menores y son recluidos en los Centros de Detención Provisional, lugares inmundos en los cuales son sometidos a toda clase de vejámenes. También por los derechos de las minorías sexuales que a pesar de haber conseguido la despenalización todavía son víctimas no sólo de las fuerzas policiales que les agreden ilegalmente cada vez que pueden, sino también de sus patronos, de sus compañeros de trabajo y estudio y hasta de sus familiares, gentes que no aceptan el derecho de cada quien a vivir como desee. Finalmente reclamo por las víctimas del secuestro, hecho criminal repudiable, sea cual sea su finalidad, porque viola el derecho a la libertad de todo ser humano, ocasiona inconmensurable sufrimiento al secuestrado y a sus familiares y pone en peligro hasta la vida misma de la víctima. (O)