A la Camila le han dado como bombo en fiesta. Y la seguirán dando. Y solo por hacerse la “sacrificada” para evitar que al templo donde pululan dibujantes, chambas y chimbos, no vaya la señora Cruz a explicar por qué no sin antes hacerse la señal de la cruz otorgó la licencia ambiental, la luz verde para que una transnacional se lleve el oro de Quimsacocha, horadando las entrañas de este páramo.
¡Chambona también la guambra! Qué le costó votar para que la susodicha vaya y explique su metedura de pata con olor a oro, a mercurio, a plomo, a arsénico, menos a agua.
Nada del otro mundo hubiera pasado. Al fin y al cabo, otorgada la licencia, el certificado de defunción anticipada de Quimsacocha, la lucha para lograr su derogatoria está en otro lado, concretamente en Cuenca, en Azuay, como está ocurriendo.
Y así ocurre, aunque, claro, esa lucha debió comenzar ni bien se entregó la concesión; ni se diga cuando cierto gobierno vino al páramo con todo su séquito de adulones orgánicos para decirnos que cómo podemos seguir siendo pobres si estamos sentados en un banco de oro; pero, claro, fue la época cuando nadie podía decir nada, so pena de ser perseguido por sus operadores, como los tales serranos, que ahora lloran porque ciertito es eso de que el mundo da la vuelta, y nadie se va de él sin pagar por sus daños causados.
¿Lo ves Camila? Pero bueno, defiéndete cómo puedas.
¿Y los “camilos”? De fiesta pues. Se frotan las manos los “camilos” que cuando reinaban decían que el oro vale más que el agua. Ahora dicen lo contrario. El león se volvió vegetariano.
Igual los “camilos” que, como lo señalan respetables abogados, esquivan tomar decisiones al amparo de normas jurídicas que rigen las instituciones que dirigen, sean cantonales o provinciales. Les han sugerido qué hacer, pero se hacen de la vista gorda, dominados por el cálculo electoral.
También los “camilos” que hicieron crecer el terreno comprado por la minera, como hacía cuatro décadas, por zonas cercanas a esos páramos, otros magos, una compra de 250 hectáreas la convirtieron en 5250. El notario no tecleó bien el primer 5 de su Olivetti, dijeron.
Y hay tantos otros “camilos” que ahora se rasgan las vestiduras. Otros que cuando los campesinos venían a la ciudad para protestar les decían que eran utilizados, que no vinieran a joder. ¿O qué, no se acuerdan?
No por martillar a Camila, esos y otros “camilos” están pasándose de listos. ¿Irán a la marcha el martes 16?
Y si Camila, los “adrianos”, los “anthonys”, de verdad prefieren agua en vez del oro dejen ADN, el ácido desoxirribonucleico del vil metal. (O)