Desnudos como llegamos al mundo, sin ropaje alguno que oculte nuestra extrema vulnerabilidad humana, sin escapatoria posible ante el colapso civilizatorio y climático que vivimos y ante el desolador panorama de las profundas inequidades sociales y de las falacias que envuelven el desarrollo tecnológico, nos enfrentamos ante la urgencia de redescubrir el sendero que nos permita retornar a los ciclos naturales de la vida, a religar nuestras relaciones como una parte más de la naturaleza y descartar los dañinos y limitadas codicias humanas de querer “dominarla”. Nunca como ahora se ha vuelto tan obvia la necesidad de detener de inmediato cualquier actividad extractiva que continúe profundizando el grave y peligroso trastorno ambiental en el que nos encontramos. Es tiempo de cambios, nada podrá ser igual, pero ¿cómo hacer la diferencia?, ¿cómo convertir nuestros actos personales y cotidianos en una sólida acción política que aporte cambios sustanciales en nuestras relaciones sociales y con la naturaleza? Por ahora, quedarnos en casa y aprender en este ejercicio ciudadano nuevas prácticas de consumo y de relacionamiento social, es sustancial. (O)
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