Pepe Mujica o el sentido común de un revolucionario íntegro (I)

Aníbal Fernando Bonilla

José Mujica Cordano (1935-2025) se convirtió en una figura preeminente de la izquierda latinoamericana y mundial. Tal consideración no es gratuita si se toma en cuenta su huella y legado de absoluta coherencia ideológica. La primera palabra que se me viene de él es la sencillez. Y tras ese término: honestidad. Porque no cabe duda de que Mujica fue un hombre de una inmensa transparencia en su decir y en su quehacer. Ex guerrillero que supo fajarse en contra de aquella tiranía dictatorial que se mantuvo como fantasma en los 70 y 80 en el Cono Sur. Aunque su inquietud política arrancó a los 14 años desde el anarquismo. Ya en los 60 se enrumbó en filas tupamaras de gestación clandestina, con una clara orientación marxista. Su militancia en el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T) le costó a la larga casi 15 años de cárcel. Dentro de los calabozos sintió todo el peso y el rigor de las botas militares, a través del aislamiento y la tortura, llegando al borde de la locura.

Pero Pepe Mujica (como se lo identificó popularmente) desde su autenticidad fue capaz de sobrellevar los obstáculos expuestos en el camino, y desde el confinamiento apoyó entusiastamente la unidad de la izquierda de su país, Uruguay, con la fundación del Frente Amplio (1971). Esto implicó un enorme grado de madurez para entender que las condiciones objetivas impedían un alzamiento en armas y que, por tanto, los tupamaros se sumaban a un proyecto político desde la vía democrática.

Mujica al salir de su encierro en 1985 dijo: “Hay una concepción de la vida que va más allá de un esquema de ideas políticas, hay una manera peculiar de mirar el mundo. Aprendimos en la orfandad de los calabozos… con qué poco se puede ser feliz […] aprendimos en todos estos años que la dureza con nosotros mismos es la mejor fuente de ternura para los demás”.

Desde la libertad invocó a la conciliación, sin rencores ni venganzas, como contundente enseñanza de vida. En plena madurez de su trayectoria terció en elecciones para alcanzar un escaño de diputado, con la humildad y franqueza que lo caracterizaba. Luego fue ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca, previo a su ascenso como presidente de Uruguay en el 2010, cargo que lo dejó a inicios de marzo del 2015, con un significativo respaldo ciudadano. (O)

Lcdo. Aníbal Bonilla

Máster en Estudios Avanzados en Literatura Española y Latinoamericana. Máster en Escritura Creativa por la Universidad Internacional de la Rioja. Licenciado en Comunicación Social. Autor de varios libros.

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