Año fatal

Las calles de Guayaquil se encontraban en su habitual y constante bullicio y alegría. El calor tropical parece ser el ingrediente de aquella singular conducta ciudadana, atenta a cualquier cambio fuera de la común barahúnda. Un cadáver aquí y otro más allá, tendidos en las veredas, convocaban la curiosidad ciudadana. Apenas pasados unos momentos, nuevos fallecimientos en medio de las calles, prendieron la alerta. Fueron muchos y nunca se sabrá en realidad los números exactos, pero la muerte rondaba y los cementerios colapsaron sin poder cumplir la demanda de la inusitada mortandad. Noticias de un extraño virus aparentemente escapado de un laboratorio chino o por comer murciélagos, sería el causante según reseñas alarmantes y que sin duda era muy contagioso y mortal. Incineración de cadáveres en esquinas, fosas comunes, féretros de cartón y muchos yacentes en las veredas no fueron levantados sino después de horas e incluso días, marcando un terror sin precedentes. Algunos miembros de una misma familia sucumbieron sin tratamiento cierto. Médicos sin saber cómo tratar algo tan mortal e impredecible. Marzo, apenas empezaba el año y el mundo se vino abajo. Miedo al contagio, aislamiento, desconfianza, se enraizaron en todos. El virus nos quitó la grata sensación del abrazo, el beso, la conversación y el compartir la vida. Miedo e incertidumbre mantenida todo este maléfico año y presos en nuestras casas por meses, vimos derrumbarse la economía mundial y los negocios cerraban uno a uno quebrando sin remedio. La angustia a flor de labios con estudiantes sin clases ni ocupación, dificultad, escasez y terror de salir a comprar alimentos, aprieto de pagar créditos y servicios, cierre de empresas y fábricas, desocupación lacerante, conductas de guerra sin poder asistir a iglesias, cultos, reuniones y talvez lo más doloroso, no poder visitar padres, hijos, nietos, familiares cercanos y solo saberlos bien a través de teléfonos. Sepelios dolientes de solitarias lágrimas. Guerra librada ante enemigo invisible y mortal. Nunca conflicto alguno paralizó el mundo de tal manera y sin explosiones ni balazos. Año fatal donde la humanidad perdió mucho y talvez ganó el saber que todo lo material se puede terminar en un contagio silencioso. Cambio de mentalidad al sabernos finitos y terriblemente humanos, es el legado del monstruo al que se le pretende ganar hoy con una vacuna que reverdece esperanzas de sobrevivencia. (O)

CMV

CMV

Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social y Diplomado en Medio Impresos Experiencia como periodista y editora de suplementos. Es editora digital.
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