Han transcurrido 533 años desde que, por casualidad, hombres procedentes de cielos lejanos llegaron a estas tierras, marcando el inicio de un proceso que devastó muchas costumbres y valores arraigados en esta tierra, ignorando la existencia de una raíz poderosa que nunca podrá ser eliminada: la identidad de los nativos. Su verdadero nombre permaneció en el olvido hasta que una voz ajena los rotuló como indígenas por una confusión geográfica en la que se creyó erróneamente que habían llegado a las "Indias". El término fue adoptado oficialmente por la OIT hace 46 años en un intento de uniformar a las personas, olvidando la singularidad de cada cultura. Así, esta identificación, a menudo despectiva, se convierte en una ofensa profunda. Adviértase nomás cuando a alguien –indígena o mestizo– se lo quiere ofender, se apela a la virulenta frase “indio hijo de p…”: si lo segundo puede pasar por alto, lo primero enerva y conduce a las empuñaduras. Las comunidades indígenas albergan una riqueza invaluable en su filosofía de vida, conocimientos tradicionales sobre la naturaleza, prácticas agrícolas sostenibles y contribuciones a la medicina y la farmacología. Estas culturas han sido guardianas de una vasta riqueza espiritual, que incluye tradiciones, religiones, creencias y lenguas. Sin embargo, no se puede desestimar el legado de los “descubridores” de América que incluyó la religión cristiana y el idioma español, pilares de una nueva civilización en este “nuevo continente”. Gracias a los relatos del Evangelio en CASTELLANO, conocimos la vida y enseñanzas de Jesucristo a través de …






