Del matrimonio del colérico Alois Hitler y su prima Klara Polzl nació un niño timorato, Adolf. Quizá el carácter impositivo de su padre moldeó su genio acomplejado que le orilló vivir a la sombra de su madre, uno de los pocos seres a los que amó. En su juventud defendió con heroicidad al imperio Austro-húngaro en la Gran Guerra (Primera Guerra Mundial). Dado de baja por heridas –ceguera leve— sobrevivió gracias a la caridad, entre otros, de los millonarios judíos a los cuales hacía retratos. Rechazado por la universidad para estudiar arquitectura, ingresó en política y planificó un golpe de estado en una cervecería de Múnich. Encarcelado por esto y al ser un preso modelo quedó libre. Su movimiento político pasó casi inadvertido cuando participó en elecciones, en la Alemania lacerada por la pérdida de la guerra y crucificada por el tratado que le obligaron a firmar los países conjuntados en la agrupación llamada Aliados, con penas severas e impagables que el honor teutón, olvidando el bienestar de sus ciudadanos, asimiló.
Como canciller realizó cambios ilegales radicales (no pago de la deuda “y si la quieren que me vengan a cobrar” dijo; fortaleció el ejército de defensivo, como lo establecían los acuerdos, a ampliamente ofensivo lo que generó miles de puestos en el sector obrero sin ocupación y una población literalmente muerta de hambre). La pasividad de los crueles Aliados permitió que Alemania creciera y se engrandeciera cada año. Pero Hitler, ya en un dictador imparable, quería más. Anexó países e invadió otros y su actitud llevó a una segunda guerra total en el mundo. El ímpetu se desvanecía y para 1945 ya no había fuerza aérea y los enemigos, fortalecidos, tomaron control total del aire y destruyeron las ciudades alemanas con civiles inocentes. Sus países amigos cayeron y quedó solo, rodeado por el ejército soviético. Horas antes del 30 de abril se casó con su amante Eva Braum, juntos se suicidaron y los sirvientes quemaron los restos.
Esta la historia oficial que el mundo forzado o no aceptó, pero… (O)