En Italia, a principios del siglo XVI, mercenarios suizos alcanzaron popularidad entre los estados que se disputaban la península italiana. Fueron contratados en Suiza a cambio de un generoso pago, convirtiéndose en los primeros soldados profesionales de Europa.
En 1505, cuando el papa Julio II inició una serie de guerras para ampliar los dominios de la Iglesia, contactó con la Federación de Cantones suiza para contratar a hombres con los que formar una guardia personal cuya misión era la de proteger al Papa, sus palacios y su tesoro.
Al contrario del vistoso traje por el que es conocida actualmente, en aquella época la Guardia Suiza no usaba uniforme. Cada cual se vestía como quería diferenciándose del enemigo sólo por una banda o brazalete de un color particular.
Cuando Clemente VII fue pontífice, cometió el error de aliarse con Francia -alianza conocida como la Liga de Cognac- contra Carlos V, provocando que el ejército español marchara contra Roma en 1527 aniquilando a la Guardia Suiza y arrasando con la ciudad y sus habitantes. Clemente se salvó de ese ataque gracias al heroico sacrificio de los suizos, quienes contuvieron al enemigo al interior de la Basílica de San Pedro mientras huía por un pasadizo subterráneo hacia el castillo de San Angelo.
En 1559 finalizó el papel militar de los suizos que, desde ese entonces, pasarían a resguardar el Vaticano y a los emisarios del Papa. Siglos extendidos de paz disminuyeron su postrera eficiencia y cuando Napoleón atacó a Roma en 1805 para secuestrar a Pío VII, no opusieron resistencia.
Reducida a una sombra de lo que fue en su día, la Guardia Suiza empezó a declinar en la segunda mitad del siglo XIX abandonando los orígenes suizos para convertir el cargo en hereditario, transformándose en una institución ceremonial con armas obsoletas.
Por fortuna todo cambió con el nombramiento de Jules Repond como comandante en 1910, quien reconstruyó al ejército más pequeño del mundo implantando un entrenamiento militar al mismo tiempo que modernizaba el arsenal e introducía el uniforme actual. Además, estableció los requisitos estrictos que todavía se aplican hoy en día: sólo se aceptan a hombres católicos de entre 19 y 30 años con experiencia militar previa a los que se les otorga un contrato por dos años.
En la actualidad, los 135 guardias suizos se encargan de custodiar las cuatro puertas que llevan al Vaticano y a la entrada de la basílica de San Pedro, pero su mayor responsabilidad sigue siendo la protección del Papa y los asistentes a los concilios o cónclaves de cardenales. (O)