Aquel es el país donde hay sobreabundancia de expertos en todo, pero en todo todito todo, y casi todos, por no decir todos, con títulos de cuarto, quinto, sexto nivel, algunos conseguidos “a distancia” tan solo pagar las pensiones de rigor, con los cuales pueden mirar por la estratósfera; y concederles el Premio Nobel sería poca cosa para premiar sus invaluables aportes, aunque algunos se contentarían con una buena cuyada, porque, como dicen, todo lo hacen por la patria, por esta mismísima patria que tanto necesita de ellos, y sin ellos como que se descuajeringa, y hasta creen que pueden excomulgarla, mucho más ahora que tantos papables buscan elegir al Papa, y en sus más profundos egos estarán esperando la llamada del Vaticano para oír sus experticias, cuando no su sabiduría criolla, a fin de escoger entre los pro Panchos o los anti Panchos.
Aquella patria tanto necesita de ellos, que sin ellos los noticiarios de “tevé” no tendrán cómo rellenar sus horarios, ni los medios impresos sus páginas; y los gobernantes de primero, segundo, tercero o cuarto piso, tampoco podrían dar un paso sin conocer sus sabiondos pareceres, elucubraciones y predicciones.
De pura gana los gobernantes de aquella patria se hacen mala sangre si a la vuelta de la esquina tienen expertos económicos, cada uno con sus mágicas fórmulas, y cual Melquiades llegan por estos suelos a mostrar sus poderosos imanes con los cuales desenterrar el oro escondido por Rumiñahui, o los espejos con los cuales ver la profundidad del mar sin moverse de la cama.
En ella sobreabundan constitucionólogos, tanto que en estos días, como grillos en épocas de celo, salen para hablar sobre qué, qué nomás; qué, qué; con estos y no con estos otros; qué por aquí, que por allá, tanto que el proponente de una constituyente ya no sabe qué mismo proponer, y así ande lejos, el tímpano se le revienta.
En aquella patria abundan los expertos en seguridad, teóricos que viven de las estadísticas, de creer que al crimen organizado se le combate con ramas de olivo, o que este llegó empujado por la Ley de Murphy.
Ya es hora que ir añadiendo sufijos a toda actividad que asome nomás, comenzando por los opinólogos, todólogos, comunicólogos, fitólogos, iessólogos, laborólogos, inviernólogos, veranólogos, tintólogos, movientólogos, cepecesólogos, judicaturólogos, justiciólogos, crisiólogos, nobólogos, generólogos, inclusólogos, territoriólogos, tematólogos, influencerólogos…
P.D. Por su puesto que hay profesionales cuyos aportes los enaltecen, y sus opiniones merecen ser tomadas en cuenta. Pocos, pero los hay. (O)