Escuchamos cada vez con más frecuencia expresiones como: “producto ecológico”, “turismo sostenible” o “negocio amigable con el medio ambiente”. Pero ¿qué significa realmente ser amigable con el medio ambiente?, ¿Es esto solo una etiqueta, una moda, o una verdadera forma de vida?
Ser amigable con el medio ambiente implica mucho más que separar la basura o usar bolsas de tela. Significa tomar decisiones conscientes que reduzcan nuestro impacto negativo sobre la naturaleza. Es un compromiso con el presente y, sobre todo, con el futuro.
Cada acción cuenta: elegir productos locales y de temporada, reducir el consumo de plástico, optar por caminar, usar bicicleta o el tranvía en lugar del auto, apoyar a emprendedores sostenibles y reducir el desperdicio son formas concretas de vivir de manera más responsable.
Cuenca; ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad, debe mantener políticas de conservación responsables y equitativas tanto de la belleza arquitectónica, como del equilibrio natural.
No todo lo que parece ecológico lo es. Hay empresas que utilizan el discurso verde como estrategia de marketing, sin asumir compromisos reales. A esto se lo conoce como greenwashing —lavado verde—, y es una práctica que debemos aprender a identificar porque ser ecológico no se trata de consumir más/menos, sino de hacerlo con responsabilidad.
Ser amigable con el medio ambiente no constituye un lujo. Es una actitud que todos podemos adoptar desde donde estamos, con los recursos que tenemos. Porque cuidar la Tierra —nuestra casa común— es responsabilidad de todos.
Hoy, más que nunca, necesitamos pasar del discurso a la acción. No solo como individuos, sino como comunidad, como ciudad y como país.
El planeta nos está hablando. Escucharlo y actuar en consecuencia es el mayor acto de amor que podemos ofrecer. (O)