Así no más han tratado a Sergio Peña algunos líderes de la secta revolucionaria. Lo trapean públicamente por aprobar el informe del proyecto ahora llamado Ley urgente de Solidaridad Nacional. El objetivo es claro: desmembrar los tentáculos del narcotráfico con herramientas judiciales. Y sí, el correísmo se opone a estas acciones para combatir la inseguridad.
Nada nuevo. Basta recordar a la asambleísta Paola Cabezas, la misma que proponía una dolarización a la ecuatoriana, llorando cuando los militares daban garrote a los que decían andar rulay. La misma que politizó el macabro crimen de los niños en Las Malvinas.
Pero volvamos al meollo. Peña, ya expulsado del correísmo, no se quedó callado. Respondió fuerte. Dijo que no es borrego y que tiene pantalones para decidir por sí mismo. Señaló que ese estilo dictatorial y de órdenes impuestas fue parte del caldo de cultivo que cocinó la paliza electoral que les dio Nobita. ¡Bien por él!
También se ha metido en esta trifulca la mimada Marcela Aguiñaga. Días atrás se autodeclaró la oveja negra. Fue de las pocas demócratas de esa tienda que felicitó a Nobita tras su triunfo y lo llamó a dejar la confrontación para trabajar por el país. Ya sabemos a quién le dio colerín en Bélgica.
Y para cerrar con broche de oro, los jefes de la bancada, Luisa González y Andrés Arauz, también se le fueron encima. Según ellos, aquí hay una sola consigna: decir no a todo lo que venga del gobierno. Y si alguien piensa distinto, que prepare la maleta. Así se despide y se cae a pedazos lo que alguna vez fue la principal fuerza política del Ecuador.
Vaya que estas primeras semanas del nuevo periodo legislativo han sido un festín para el oficialismo. Tomaron al toro por los cuernos y ya les tienen medido el aceite. Tanto así que a algunos les da por hacer pataleta por falta de protagonismo. Se barajan de la Asamblea o asoman con megáfonos a armar alboroto. Mis estimados, mejor vayan a buscar oficio en un circo, que les iría de lujo. Lo único que provocan es vergüenza. Aunque pensándolo bien, sigan nomás… que el país ya entendió. (O)