Desde hace un tiempo he venido percibiendo cómo el discurso del cuidado se torna hegemónico y en sus dos variantes, tanto en una variante de mercado que apunta sobre todo al cuidado del cuerpo con todas sus tecnologías y productos, como en una variante más alternativa que se fundamenta en las relaciones, y sus implicaciones culturales y políticas. Desde una perspectiva crítica, ambas nociones se explicarían a partir del entendimiento de la salud como una nueva órbita de control, como el nuevo imperativo. Nietzsche lo vaticinó: a la muerte de dios, le sucedió la salud como nueva deidad. Lo que antes era el cuidado del alma, hoy se convierte en gestión del cuerpo. La promesa de la vida eterna, ahora es la expectativa de una vida larga, funcional y sin dolor. No hay intermediarios en esta relación, pero se instauran nuevos moralismos que persiguen la normalidad y la eficiencia. A esto es justo lo que podría denominarse como biopolítica, porque lejos de liberar al ser humano, el culto a la salud somete al ser humano a una lógica de auto-control y optimización. La hegemonía del discurso de la salud lo positiviza todo y hace que se extinga la negatividad, la oposición y la crítica. Queremos cuerpos sanos y hermosos, pero hemos olvidado para qué. Perfeccionamos el medio, y extraviamos el fin. Sin propósito, la vida se prolonga en el vacío y la dominación se hace súper efectiva. En esta medida un cuidado “crítico” y consciente probablemente se oponga a la salud como mandato, no tanto para promover la enfermedad, sino para denunciar las estrategias de un control disfrazado de bienestar. (O)
Dr. Sebastián Endara
Ph.D. Quito, 1978. Ensayista, poeta, docente universitario. Especialista en Pedagogía política y pensamiento social. Editor en Jefe de las revistas científicas de la Universidad Católica de Cuenca.
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