Y mientras compartía su historia, mi mirada se opacó por un largo tiempo -decía ella- Sus lágrimas se acumularon en sus ojos y caían sobre sus mejillas cual delicado hilo salino -conforme su llanto fue el mío-.
Su voz entrecortada hablaba por sí sola, no fue necesario decir palabra alguna pues su silencio y profundos y recurrentes suspiros daban cuenta de lo ocurrido… Hubiera sido torpe preguntar qué pasó.
Confianza quebrantada o promesa incumplida es comparable a un corazón partido; un cristal del que engreídamente se presume porque solo los ojos del corazón pueden mirar a través de él, ese cristal se resbaló de sus manos -lo sé porque distinguí su sonrisa fingida-.
Me aferré luego de soltar y ahora suelto después de aferrarme -seguía en su narrativa- Ahora es distinto, las canas y las arrugas tienen historia y merecen reconocimiento: un amor que reconozca caminar con la gratitud y un amor que combinó los tiempos para ahora solo continuar.
En la vida se pierde o se gana, en la vida se empata o se equilibra, pero lo que se niega a aceptar, es perder así; ella, la mujer frente al espejo se llevará consigo el buen recuerdo por lo vivido y el valor por lo conseguido.
Y así, frente a su espejo, en su último sollozo finalizó ¡Qué Dios te bendiga! (O)