Redes sociales y miedo

Cuando apareció el Internet y, más tarde, las redes sociales, mucho se creía que estas tecnologías serían herramientas profundamente beneficiosas y democráticas para el desarrollo y la educación. Tanto fue su impacto positivo que varios países europeos adoptaron su uso dentro del sistema educativo, incorporando teléfonos móviles y tabletas en las aulas como instrumentos de apoyo pedagógico.

Con el tiempo, comenzaron a evidenciarse efectos negativos. Hoy, naciones como Francia, Finlandia, Suecia, Grecia, Italia, China, Australia, Israel, Ghana, Ruanda, Uganda, Letonia, México, Portugal, Estados Unidos, España, Suiza y Brasil han optado por prohibir el uso de estos dispositivos en las escuelas. El objetivo es claro: reducir distracciones, mejorar la concentración y recuperar la atención de los estudiantes.

En otras regiones el uso de estos dispositivos continúa en auge, muchas veces sin una reflexión crítica. Lejos de mejorar la educación y la cultura, se advierte una tendencia a la involución. La tecnología, que debería potenciar el esfuerzo, la motivación y la creatividad, muchas veces promueve el facilismo y atrofia las capacidades mentales. Y aunque hoy en día se abren nuevas posibilidades con la Inteligencia Artificial y el surgimiento de modelos como los GPT, persiste el riesgo de una dependencia excesiva que debilite el pensamiento crítico y la originalidad.

Lo más preocupante es el temor que generan las redes sociales desde diferentes aristas tal la psicológico, social, ético, moral, cultural y tecnológico. A través de estas plataformas se pierde privacidad, se multiplican los casos de acoso, se deteriora la salud mental, se difunden noticias falsas, se desinforma, se exponen menores de edad, se desperdicia tiempo y productividad… Los algoritmos refuerzan creencias preexistentes, creando burbujas de información que polarizan a la sociedad y fomentan el fanatismo en temas como la política, la religión o el deporte.

Y hay algo más grave: personas impúdicas se aprovechan de estas redes para desprestigiar a otros, inclusive a profesionales de trayectoria como médicos, para chantajear, extorsionar, o por venganza, celos, resentimiento… Casos lamentables se han registrado en la medicina y otras, donde ciertos influencers o comunicadores sin principios deontológicos promueven campañas de desinformación con graves consecuencias. Dos de estos personajes –venezolano y cubana–, ya han dejado el país, pero su influencia ha dejado una escuela de peligrosos vacunadores.

Quiero concluir adosándome al pensamiento de Zygmunt Bauman, sobre que el triunfo de Facebook y similares no reside tanto en su innovación técnica, sino en haber explotado una emoción profundamente humana: el miedo a la soledad. (O)

Dr. Edgar Pesántez

Médico-Cirujano. Licenciatura en Ciencias de la Información y Comunicación Social y en Lengua y Literatura. Maestría en Educomunicación y Estudios Culturales y doctorado en Estudios Latinoamericanos.

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