Reconstruir: nada fácil                              

Esbozo un preámbulo, de rigor, con premisas insustituibles para entender aquello que está pasando en Ecuador. Nada es fruto del acaso. Sobre el planeta que habitamos los efectos tienen sus causas. A veces nos falta este ejercicio, en apariencia inútil. En pocas palabras: quien bien conoce el porqué de ciertas manifestaciones puede comprender mejor su génesis y razón de ser.

El gobierno actual, elegido para cuatro años, sucede a dos periodos cortos e irregulares. Estas circunstancias obligan a tomar decisiones que alguien puede catalogarlas como pérdida de tiempo. Me refiero a que para RECONSTRUIR NUESTRA VIDA DEMOCRÁTICA y colocar al Ecuador en los rieles precisos que puedan transportarle al progreso y orden, es menester saldar deudas procedimentales de variada índole.

Me sirvo de un símil para mayor claridad.   Si adquirimos una casa vieja y necesitamos reconstruirla es imperioso diseñar los planos de la nueva construcción, realizar los ajustes del terreno, obtener las licencias del caso y luego trabajar arduamente para que nazca un nuevo inmueble. Esta es la ineludible y engorrosa tarea que tiene entre manos el presidente Noboa porque debe echar abajo legislaciones torcidas y trabajar en nuevos instrumentos legales. Se espera que el paso del tiempo legitime esta forma de enfrentar situaciones negativas que destruyen la convivencia nacional y que impiden que surjan nuevos brotes de eficiencia y libertad. Nos toca decir: a mal tiempo buena cara.

Que el presidente de la legislatura se responsabilice de su mandato, no debe extrañarnos; parece ser que, de verdad, allá adentro, se terminó el recreo y las vacaciones pagadas por el estado. Qué bien, porque es una lección que ciertamente trascenderá a otras instancias de gobierno.

El mandato que se inició el 24 de mayo, para cuatro años, a más de combatir la corrupción y la delincuencia, nuestros pecados capitales, debe restablecer la honorabilidad de sus servidores a fin de olvidar momentos de nuestra historia en los que una mayoría fue sinónimo de desenfreno y el estado se convirtió en feria de prebendas y negociados al margen de la ley.

Amansar un potro chúcaro, desbocado y rebelde, no es tarea fácil, pero sí necesaria. Nuestro parlamento debe cumplir con su razón de ser: cuna de normas y procedimientos que faciliten la convivencia y progreso nacionales.

Es menester que, ustedes y yo, nos sintamos corresponsables del renacimiento de nuestra nación. (O)

Dr. David Samaniego

Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación. Fundador de Ecomundo, Ecotec y Universidad Espíritu Santo en Guayaquil. Exprofesor del Liceo Naval y Universidad Laica (Guayaquil), Rector del colegio Spellman (Quito) y del colegio Cristóbal Colón (Guayaquil).

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