Apreciando expresiones

Una danza, una pintura, una fotografía, una canción, un poema, una película, y tantos otros ejemplos de arte, nos muestran algo. Recibimos las imágenes, el movimiento del cuerpo, el compás de la sinfonía, y el conjunto de elementos como tamaño, melodía, muecas, y demás, para guiarnos hacia la emoción a sentir. Es decir, hay ciertas combinaciones de formas y color, ritmo y tonalidad, trama y escenografía, que rápidamente se distinguen alegres o tristes a la par de su exposición o interpretación.

Si vamos por la calle y escuchamos un tambor a velocidad acompañando a cuerpos danzantes que emiten energía, sin duda sentiremos su vibración y reconocemos a ese instante como una expresión de gozo. Una exhibición de arte puede presentar colecciones por temática, y quizá el público gusta o disgusta del estilo en los primeros segundos que sus ojos captan las figuras y colores. En una obra de teatro, nos llevamos del tono de voz de los intérpretes, los guiones que van contando una historia y a medida que escuchamos cada línea sabemos si estamos en un drama o una comedia.

Pero hay un arte que, por hoy, considero algo más difícil de apreciarlo. No tiene un elemento sonoro, colorido o corpóreo. Lleva una melodía silenciosa, esa de la imaginación, de la interpretación propia, y que precisa de un tiempo mayor para ser comprendido. Mientras una coreografía sería algo efímera porque al minuto en que termina deja de existir en el escenario, y es esa misma extinción la que la hace importante en su valor, hay otra forma artística que perdura en el tiempo, pero la recepción de su contenido está ligada al espacio que le damos para entenderla y terminarla. Paciencia y concentración, son algunos requerimientos para dejarse llevar hacia una emoción a través de un libro.

Parece que una expresión literaria recibe poca estima ante la inmediatez de la vida. La rapidez de lo visual, la digitalización de los textos, y los audiolibros son herramientas con las cuales debemos actualizarnos, pero, considero que, el silencio propio para dar paso a la imaginación individual de la lectura personal, mi voz interior, mis experiencias vividas y extrapoladas a la situación que leo, y el tono que doy a las letras, serán siempre los elementos que crean ese vínculo e intimidad entre lo que leo y lo que siento. (O)

Lcda. Estefanía Chalco

Magister en Gestión Cultural, Licenciada en Estudios Internacionales y Comercio Exterior. Ha ejercido funciones en el sector público y privado ante organismos internacionales. Gestora de proyectos sociales.

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