La semana pasada en las Conferencias EPSULA, el Dr. Armando Muyolema, rector de la Universidad Amawtay Wasi, mencionó esta palabra kichwa, wakcha, que se utiliza para referirse a alguien pobre, pero no al que carece de bienes, sino al que carece de relaciones. Así un wakcha no es quien no tiene una casa, sino quien no tiene a quién invitarle un café, es aquel que camina solo.
Según este concepto, uno puede estar rodeado de lujos y ser pobre si la vida carece de relaciones verdaderas, cálidas, cercanas. Porque como decía Aristóteles, “el hombre es un animal social”, por lo tanto, necesitamos de otros para entendernos, para reflejarnos, para sanarnos.
El psicólogo Martin Seligman, afirma que el bienestar humano depende de cinco factores: emociones positivas, compromiso, relaciones, sentido y logros. Si nos damos cuenta, las relaciones están justo en el medio, no son un adorno emocional, son lo que articula nuestra salud mental.
Entonces necesitamos compartir con amigos, colegas y familia, cuidar los lazos humanos que nos hacen sentir bien, que nos permiten reír, desahogar penas y preocupaciones, ser nosotros mismos con lo bueno, lo malo y lo feo.
El concepto de wakcha sacude, nos recuerda que la verdadera pobreza no está en el bolsillo, sino en una agenda sin llamadas sinceras, en las casas silenciosas, en las conversaciones superficiales o monosilábicas, en fin, en esa realidad que a veces no vemos llegar y que se evidencia cuando nos damos cuenta de que estamos solos, de que nos alejamos de quienes más llenan nuestra vida.
Podemos combatir esa pobreza, qué esperamos para llamar a un amigo, invitar un café, escuchar de verdad, porque no hay terapia más eficaz que una conversación honesta, ni riqueza más tangible que sentirnos parte de algo. (O)