El caso de Elizabeth A. estalla en medios digitales de comunicación. Ella, como 8 de cada 10 mujeres en Azuay, vivió un infierno en manos de su expareja, quien la golpeo por varias horas, le reventó una botella en la cabeza provocando graves heridas, finalmente decidió coserlas él mismo, pues cree que ella no merece atención médica. Elizabeth escapo y consiguió ayuda de su vecina, su ex pareja fue apresado y en menos de 24 horas quedó en libertad.
¿Qué hace que un juez, pese a las evidencias y al delito fragante, haga que se deje en libertad a un hombre que intenta asesinar a su expareja? ¿Por qué la violencia de género, pese a su brutalidad, sigue sin ser judicializada? ¿Qué tiene que pasar para que los delitos contra las mujeres por parte de sus parejas sean considerados delitos?
El caso de Elizabeth no es un caso puntual, en Ecuador cada día hay miles de denuncias por violencia de género, especialmente intrafamiliar; cada hora hay una violación contra una mujer o una niña, tan solo el 5% de denuncias de este tipo se judicializan. Las razones giran en torno a la dificultad de la prueba, a que las mujeres retiran la denuncia, o que la agresión no supera los 3 días de hospitalización. Estamos cansadas de estos argumentos tan vagos como la voluntad del sistema de justicia. Es hora de tener un sistema de justicia eficiente y empático. (O)