Tomarse la justicia

@jchalco

            Sí. Estamos de acuerdo. La justicia tiene dificultades: hay una ausencia de recursos humanos y materiales; las buenas excepciones de jueces probos y honestos son eso: excepciones. Totalmente de acuerdo. ¿Dónde firmo?

Pero ningún discurso o campaña puede avalar o dar paso a tomarse la justicia del país. Repasemos conceptos: una cosa es depurar, fiscalizar, corregir, controlar o transformar; otra, muy distinta, es tomarse el sistema judicial. Tomarse no es para un fin de Estado, sino para un apetito de persona o grupo. Mal por quienes se prestan -en disimulo- para ello. Muy mal.

Hay voces y acciones de todo tipo. Por ejemplo, aquellas que sostienen que, si no se toma la justicia —de una vez por todas— a través del ingreso de nuevos jueces por concursos flash (no establecido su mecanismo en la ley, como exige la Constitución) y sin período fijo, no se puede solucionar el problema. Cuidado. El Sistema Interamericano de Derechos Humanos, en contrario sentido, exige jueces con estabilidad y no de temporada, para garantizar independencia y no dependencia a ningún poder. Clarito está.

Se suman las críticas desmedidas que buscan posicionar —entre ignorancia y despotismo— el discurso de un autoritarismo de ruptura al orden constitucional. Entonces, urgente, hay que preguntarse (recordarles): acaso para los casos de depuración del sistema judicial más reciente, y que entregó esperanza al país —metástasis, purga, plaga o pantalla—, ¿se requirió tomarse la justicia? La ex fiscal valiente, Diana Salazar, ¿necesitó atacar al Poder Judicial o ingresar jueces funcionales para encontrar a las bandas y bandidos en su interior? Seamos serios.

No hay excusas. En este país abundan disposiciones y fórmulas jurídicas para hacer las cosas bien. Lo que se requiere es personalidad, valentía y decisión. Pensar menos en los intereses del metro cuadrado o de grupo, para pensar en la Patria. Lo otro, cualquier intento de tomarse el Poder Judicial es romper el modelo de Estado constitucional, coartar la democracia, debilitar la institucionalidad y entregar carta abierta —no a persecuciones— sino a la discrecionalidad de la actuación de servidores funcionales. Imagine usted tener que someterse ante un juez que depende de las órdenes de un poder ajeno (que usted no conoce). O lo que es peor: un juez con miedo de hacer las cosas en Derecho por temor a ser destituido si sentencia en contra del Estado, porque recibió la orden de alguien (de por ahí) de no hacerlo.

No es menor. Repitamos: no es menor. Hay que ser serios. (O)

Dr. José Chalco

Doctor Ph.D. en Derecho, Magister en Derecho Constitucional. Abogado de los Tribunales de Justicia de la República. Profesor Titular de Derecho Constitucional en la Universidad del Azuay. Profesor de posgrado.

Publicaciones relacionadas

Mira también
Cerrar
Botón volver arriba