Los tiempos del derroche 

“Qué tiempos aquellos”, diré yo también, parafraseando el título de un programa televisivo y que rememora canciones de años atrás, pero ahora no se trata de los éxitos musicales de antaño, sino de la desvinculación de cinco mil servidores públicos decidida por el gobierno. Y es que, entre otras linduras, en la década bailada se incrementaron 150.000 puestos en la administración pública, unos necesarios, como el de las enfermeras en los hospitales del Ministerio de Salud, por ejemplo, pero otros, en cambio, como un monumento a la demagogia y el despilfarro. Se duplicó el número de ministerios, que de 20 pasaron a 38, y prácticamente la enorme mayoría de los nuevos puestos fueron en calidad de “nombramientos provisionales”, mismos que tenían la ventaja de pasarse por alto cualquier intento de concurso, la dedocracia como política de Estado y una humillante inestabilidad laboral que mantenía a los nuevos empleados “hipotecados” electoralmente al oficialismo y víctimas de la cola y el sándwich en las movilizaciones “voluntarias”. 

La sociedad espera que, a propósito de estas desvinculaciones, se produzca una reestructuración del sector público, no solamente fusionando los ministerios existentes, sino reevaluando las funciones actuales, su justificación y sus resultados. Cambiando de manera drástica y ojalá definitiva el sistema de compras en los hospitales públicos, convertidos desde cuando sabemos en verdaderos nichos de corrupción y territorio de moda para el crimen organizado. Dando un giro de transparencia y efectividad a la función pública y, por supuesto, modificando las reglas de juego para que la dirigencia laboral represente, nítidamente, los intereses de sus asociados y no los de ninguna agrupación política, o, peor aún, sus personales aspiraciones. 

Es hora de que, como parte de la saludable depuración del sector público, se incluya en el proceso al IESS. Urge que así sea. Continuar postergando decisiones es como cruzarse de brazos ante un paciente en cuidados intensivos. Las medidas tienen que ser dramáticas y algunas de ellas dolorosas, la clave es olvidarse de los aplausos ahora y mirar la seguridad en el porvenir.   (O)  

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