En el 2022, varios países miembros de la ONU decidieron trabajar en un pacto global y obligatorio que frene la contaminación del plástico, abarcando todo su ciclo de vida: diseño, fabricación, uso y desecho.
En este debate, algunos propusieron limitar la sobreproducción, especialmente de aquellos de un solo uso, y regular los químicos en su elaboración, argumentando que el reciclaje por sí solo es insuficiente, porque solamente una pequeña fracción se recicla. En contraste, otros se centraron en la gestión de residuos y el reciclaje, (economía circular) al considerar que la dificultad radica en el manejo al finalizar la vida útil de los productos, y no en la cantidad producida.
La contaminación plástica es una crisis que amenaza a todos, pues está en el aire, en el agua y hasta en nuestros cuerpos donde ya se han encontrado micro plásticos. Cada año, entre 19 y 23 millones de toneladas de desechos plásticos terminan en lagos, ríos y mares, afectando a más de 800 especies marinas y costeras con la ingestión y el enredo. Expertos señalan que, de no actuar hoy, para el 2060 los residuos podrían pasar de 353 millones de toneladas a 1,014 millones. Afortunadamente, en la ronda INC-4 (abril del 2024, Ottawa), se avanzó con un borrador. La última reunión, INC-5 (agosto del 2025, Ginebra), pretende finalizar ese documento para el acuerdo final.
En conclusión, la principal fricción es la falta de consenso, que enfrenta a las naciones productoras de plásticos y a la industria de combustibles fósiles y petroquímica con la urgencia de quienes sufren las consecuencias, como los pequeños estados insulares. El reloj avanza, y el éxito del pacto dependerá de que el compromiso con la salud del planeta supere los intereses económicos. (O)