No pedimos vivir. No escogimos a nuestros padres. Tampoco nacimos donde hubiésemos querido hacerlo. Un día tocamos tierra, nuestros padres se alegraron por nuestras vidas y hoy, somos los conductores deesa existencia regalada; hacemos caminos y recorremos senderos en direcciones diversas, en países distintos, con un solo deseo: vivir nuestras vidas, a nuestro modo.
Viven los árboles, pero no se mueven de sus puestos. Viven los animales y no cambian costumbres. Los astros alegran nuestras existencias, pero repiten rutinas. El oro brilla y es cotizado, pero carece de vida propia y de sentidos. Los humanos nacimos privilegiados. Tenemos sentidos que nos conectan con lo creado; disponemos de todos los ingredientes para nuestra realización personal.
¿Qué pasó en Ecuador, en este siglo XXI, para que el desconcierto tenga su tribuna, la abulia encuentre su nido, el horizonte deje de orientar y la mente mire impávida la pérdida de su razón de ser? Vivimos años atípicos. Hemos perdido la capacidad de mirar el horizonte y dar pasos hacia donde brilla el sol, donde todo se vuelve más claro y obvio.
“Mal de muchos, consuelo de bobos” suele decirse: salgamos de nuestro conformismo. Si en países lejanos y en otros continentes sucede cosa igual, el mal tiene peores connotaciones. Alguien debe volver a estudiar las causas, con urgencia, y encontrar la cura para esa epidemia universal que nos aqueja. Los países latinos parece que hemos sido presa de graves desvíos de nuestra razón de ser, pero, Dios nos regaló también la capacidad de rebelarnos contra todo lo que no debe ser e impide nuestra realización como seres humanos. Entonces, la solución está en nuestras manos.
Entre las partes y el todo existe una íntima relación porque las partes conforman el todo, que se mantendrá sano si dichas partes cumplen a cabalidad su razón de ser. Alguna vez nos creímos dueños del universo, hacedores de aquello que poseemos, sin tomar en cuenta que el universo estaba revuelto y que no éramos sus amos.
Si miramos hacia atrás constatamos que no es nuevo lo que nos pasa. Todo momento de auge, en diversos campos de la vida humana, devino en un envanecimiento masivo y en la pérdida de su razón de ser. Nos queda un camino: reflexionar, solos y en comunidad y luego… ´desfacer entuertos´. (O)