En los últimos años, el ciclismo ha ganado espacio como deporte y como medio de transporte en Cuenca. Sin embargo, preocupa la presencia de grupos de ciclistas entrenando en autopistas y vías de alta velocidad, donde el riesgo de accidentes es evidente. La combinación de automotores que circulan a gran velocidad y bicicletas, mucho más vulnerables ante cualquier imprevisto, crea un escenario en el que un pequeño error puede derivar en tragedias irreparables. No es un asunto de intolerancia hacia el deporte, sino de sentido común y prevención.
No se trata de restringir la práctica del ciclismo, que además promueve salud, movilidad sostenible y cohesión social, sino de buscar alternativas seguras y funcionales. La ciudad necesita rutas exclusivas, ciclovías continuas y bien mantenidas, así como espacios adecuados para entrenamientos deportivos de alto rendimiento, lejos de zonas de alto tráfico vehicular. Esto exige voluntad política, planificación urbana, inversión pública y un compromiso real por parte de la comunidad.
El desafío está en equilibrar el derecho de los ciclistas a usar la vía pública con la obligación de proteger su integridad. Apostar por espacios propios para la bicicleta reducirá accidentes y fomentará una cultura de respeto mutuo entre conductores, peatones y deportistas. Cuenca debe entender que la bicicleta no es un estorbo en la vía, pero tampoco puede ser expuesta innecesariamente al peligro. (O)