Hace pocos días se llevó a cabo en algunas ciudades argentinas, una prueba académica destinada a escoger, de entre más de cinco mil profesionales, médicos, enfermeras y odontólogos, tanto provenientes de la propia Argentina como de otros países, aquellos que puedan optar por estudios de postgrado en aquel país. Como se entenderá, la gran mayoría de aspirantes deben haber ocupado muchas horas de su tiempo estudiando los temas que formarían parte de las pruebas y, excepto, a lo mejor, los profesionales locales, para los profesionales extranjeros debe haberles resultado toda una inversión económica el participar en tan esperado concurso.
Las calificaciones obtenidas por algunos de los aspirantes prendieron las alarmas, pues obtuvieron notas más altas que los promedios esperados y, ¡claro!, las investigaciones realizadas demostraron un fraude vergonzoso que permitió que muchos de los intervinientes sepan las respuestas con anterioridad. Y lo peor, por lo menos así lo expreso el portavoz del gobierno argentino, un médico ecuatoriano fue quién filmó las pruebas usando unas gafas especiales y, entre los médicos involucrados se hallaban nueve médicos graduados en la Universidad Técnica de Manabí.
Así como los logros y triunfos internacionales obtenidos por nuestros coterráneos, ya sea en el ámbito deportivo, cultural, empresarial o académico, nos llenan de satisfacción y sano orgullo, lo que acaba de suceder en Argentina nos causa una justa desazón, un sentimiento de indignación porque este grupo de bribones no solamente que nos han hecho quedar mal a nivel internacional sino que han perjudicado enormemente las legítimas aspiraciones de muchos otros profesionales, asimismo ecuatorianos, que participaron en las pruebas de manera legal y ética, y que hoy se ven perjudicados por las decisiones adoptadas por las autoridades argentinas frente a tan delicado como maloliente tema.
Las medidas que adopten las autoridades del Ecuador frente a los responsables de los hechos deben apuntar a imponer sanciones ejemplarizadoras a los pícaros implicados, así como a preservar los derechos y el esfuerzo de los aspirantes honestos. (O)