Día de la Gratitud: una virtud civilizadora

“Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis”

No hay día en el calendario que no guarde una conmemoración. Algunos recuerdan gestas históricas; otros, empujados por el comercio, invitan a regalar y consumir. Pero hay fechas que nos interpelan de un modo distinto: no para gastar, sino para recordar, agradecer y corresponder. Así, el 21 de septiembre se celebra a nivel mundial el Día de la Gratitud, con el objetivo de promover la gratitud y el agradecimiento en todas sus formas. En el país se celebra el 5 de agosto, recordando que nuestro país sufrió aterradoras pérdidas humanas y materiales a consecuencia del terremoto que en 1949 que afectó a las provincias de Tungurahua, Cotopaxi y Chimborazo, siendo Ambato el más lastimado con la muerte de más de 5 mil compatriotas.

En medio del dolor, la solidaridad floreció. Países amigos y conciudadanos enviaron ayuda; el presidente Galo Plaza trajo al autor de la ley de construcciones antisísmicas de California, quien, junto al arquitecto Sixto Durán Ballén, trabajó en la reconstrucción. Esa corriente de apoyo marcó un momento único de unión nacional, aunque también hubo sombras: parte de la ayuda se perdió entre abusos y hurtos, como lamentablemente ocurrió —en escala muchísimo mayor— en la reconstrucción de Manabí de 2016.  Más tarde, el Presidente Plaza decretó que en todo el país se realice un gran desfile llamado de la “Gratitud Ecuatoriana”, un gesto para decirle al mundo: no olvidamos el bien recibido.

Estos días no deberían ser solo una efeméride. La gratitud no se agota en un “gracias” dicho por costumbre. Es un acto de conciencia: reconocer lo bueno que tenemos, valorar la mano que nos ayuda y corresponder con generosidad. Implica mirar lo positivo en las personas, dejar atrás rencores, perdonar y servir. No se trata de lamentarnos por lo que falta, sino de poner en juego lo que tenemos para construir algo mejor.

La gratitud se la debe vivir fijándose en las cosas buenas y en lo bueno de las personas, olvidando los desagravios que podíamos recibir y ofreciendo perdón y ayuda. Reconocer todo lo bueno que tenemos y somos, y poner todo lo que está de nuestra parte para ser mejores, fijándonos siempre en las necesidades de los demás y poniendo nuestros dones a su servicio. No lamentarnos por lo que no tenemos o no somos sino poner los medios para lograr lo que nos proponemos, y, saber dar las gracias y demostrar con palabras, gestos y acciones. (O)

Dr. Edgar Pesántez

Médico-Cirujano. Licenciatura en Ciencias de la Información y Comunicación Social y en Lengua y Literatura. Maestría en Educomunicación y Estudios Culturales y doctorado en Estudios Latinoamericanos.

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