En tiempos donde la sostenibilidad ha dejado de ser una opción para convertirse en una exigencia global, es necesario mirar con atención los sectores productivos que pueden marcar la diferencia. Uno de ellos, sin duda, es la construcción.
Hablar de sostenibilidad en el sector de la construcción ya no es una aspiración, es una urgencia. En Azuay, donde el crecimiento urbano ha sido intenso y muchas veces desordenado, el sector constructor tiene la oportunidad —y la responsabilidad— de convertirse en un agente de transformación territorial. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), especialmente el 9 y el 12, ofrecen un marco claro: infraestructura resiliente, innovación y consumo responsable.
La construcción puede liderar el cambio si redefine sus prioridades: eficiencia energética, materiales sostenibles, planificación urbana inteligente y empleo digno. Pero esto exige más que voluntad empresarial; requiere políticas públicas coherentes, incentivos fiscales y financiamiento accesible. La informalidad, el sobreendeudamiento y la falta de datos desagregados siguen siendo obstáculos estructurales.
No se trata solo de edificar, sino de construir futuro. Si el sector asume su rol estratégico, puede ser el motor de una economía más inclusiva, resiliente y alineada con los desafíos globales. El momento de actuar es ahora. (O)
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