Estas líneas se escriben a pocas horas del anunciado paro indígena. El foco de conflicto es la eliminación del subsidio al diésel. Pero también cabe la consecuencia de una serie de acciones desacertadas que viene tomando el Gobierno Nacional, como, por ejemplo, la insuficiente respuesta frente al acelerado aumento delincuencial y de mafias organizadas.
Con un pésimo equipo de ministros y negligente bloque parlamentario, Daniel Noboa camina tambaleándose con un discurso vacío de ideas claras. Su equipo de colaboradores está muy distante de conocer la realidad nacional. Se evidencia la falta de sintonía con los sectores marginados que requieren de atención prioritaria en todos los órdenes. Se percibe que la ruralidad está ausente de la agenda gubernativa. En cada territorio provincial, sus representantes no poseen un liderazgo visible, ni están a la altura de comprender la acuciante problemática del entorno.
Este proyecto de índole neoliberal ha recibido las directrices del FMI, por tanto, las últimas resoluciones forman parte de los intereses externos, antes que de una política coherente en favor del pueblo ecuatoriano.
Ahora, para colmo ya no es novedad que pacientes de enfermedades terminales protesten por falta de insumos en las afueras de hospitales, o que personal de salud reclame el pago oportuno de sus sueldos, en tanto, siguen multiplicándose víctimas, quienes son secuestradas o abaleadas sin escrúpulos. El involucramiento de miembros de la fuerza pública en lavado de dinero o delitos similares solo confirma el nulo control institucional. A esto hay que insistir sobre la precariedad laboral cada vez más acuciante. En síntesis, el Gobierno navega en acefalía de conducción proba, sin una prospectiva alentadora. El descontento popular acumulado ya es un síntoma que debe ser considerado para las rectificaciones inmediatas, de lo contrario, su estabilidad se verá gravemente afectada mientras se siguen calentando las calles y plazas, sin que valga toque de queda alguno. (O)