El turismo en Ecuador atraviesa uno de sus momentos más complejos. Factores como la inseguridad, la crisis económica y el desasosiego político frenan la llegada de visitantes y ponen en riesgo la sostenibilidad de miles de emprendimientos. Aunque en el primer semestre del 2025 el ingreso de turistas internacionales refleje un incremento del 14 %, estas cifras se verían afectadas por tanta incertidumbre.
Hoteles, restaurantes y operadores de turismo se debaten entre la resistencia y el cierre definitivo. Porque detrás de estos datos, hay historias de resiliencia. En la costa, la amazonia y en los andes, los pequeños empresarios se reinventan con creatividad: desde caminatas comunitarias y talleres de cocina ancestral hasta retiros de bienestar que combinan naturaleza y espiritualidad.
“Ya no basta con esperar turistas, tenemos que salir a buscarlos”, comenta María del Carmen Montesdeoca, propietaria de una hostería en Olón-Santa Elena. Mientras en Cuenca guías culturales han formado redes para crear paquetes conjuntos, reducir costos y mantener viva esta actividad.
La innovación es una respuesta a la adversidad: el turismo comunitario, la promoción de destinos en redes sociales, el turismo ecológico, las alianzas estratégicas son esfuerzos individuales que no bastan.
El sector reclama políticas públicas claras, inversión en seguridad, promoción internacional y mejores condiciones de infraestructura. Sin estas medidas, la carga recae únicamente en emprendedores, asociaciones de turismo y comunidades que buscan crear proyectos conjuntos, demostrando que en Ecuador el turismo se niega a desaparecer.
Cada habitación abierta, cada sendero guiado y cada plato servido son actos de resistencia y esperanza. El turismo no es lujo, es sustento y motor de economías locales que, en medio de la crisis, son el puente hacia el futuro. (O)