De la premonición también se vive

Jorge Durán Figueroa

En 2026 ya le veo a Daniel Noboa, si bien no directamente, pero sí a través de ADN, tanto el sanguíneo como el político, haciendo campaña soterrada para que los ecuatorianos no aprueben la nueva Constitución puesta a su consideración.

Y haciéndolo entre descorazonadas y rabietas, pero viendo la euforia de sus rivales, que se rajarán para que gane el sí apruebo.

También pueda ser que el “pavo sea muerto en la víspera”. O sea que la gente, cansada de tanto ir a las urnas, diga no a la convocatoria a Asamblea Constituyente. ¿Un aborto deseado?

Dónde se sabe que si esto ocurre, los susodichos sientan alivio, como aquel que teniendo que freír papas en público como castigo por pasarse el semáforo en rojo, le dicen que el carro que las tría fue asaltado.

Pero si la convocatoria se plasma, ya nos dicen los tantos y tantos entendidos que abundan en este país fértil para parir Constituciones, las más por cesárea y sin anestesia, no asomarán ni las narices de las minorías.

Es que por los requisitos y el método matemático a aplicarse para elegir a los sabiondos que gestarán la nueva Constitución, entre los cuales estarán dibujantes, churonas de medio pelo, adictos a las selfies, convictos,  suertudos, apadrinados por Fitos y compañía, solo dos movimientos políticos acapararán las ochenta y más curules. No hace falta identificarlos.

Los candidatizados por los otros movimientos “con nombre de yogurt”, con suerte ocuparán unos cuantos puestos para el consuelo.

En 2026 ya veo a Noboa gagueando al saber que su ADN podría no tener mayoría para redactar la Constitución a su medida, como a su medida la quiso e hizo RC, y que ahora él quiere desmontarla.

Pero nadie sabe si por querer desmontarla, el otro vuelve a montarse, hasta para librarse de ir las rejas que desde hace años le esperan. Por eso mismo se frotó las manos ni bien enterarse de la convocatoria.

Como el huevo no se fríe si no es echado a la sartén, DN se lanza en pos de su Constitución, y lo hace mientras su idilio con el pueblo se apaga cual llama de mechero a diésel, víctima de sus errores y de los horrores de los tinterillos de Carondelet, peor de los cometidos por sus potrerillos en la Asamblea.

No por querer una nueva Carta Magna, DN, como el bíblico Daniel, termine en la fosa de los leones lanzado por los que hace rato debían estar allí.

Bueno, si es cierto que hay almas en pena, también el diablo quiere ser confesor. Nos vemos 2026. Ojalá despierte exclamado que esta premonición solo ha sido una pesadilla. (O)

Lcdo. Jorge Durán

Periodista, especializado en Investigación exeditor general de Diario El Mercurio

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