Rebelión con honor

Edgar Pesántez Torres

Toda rebelión con honor trasciende la inmediatez; es un gesto de conciencia que recuerda a la humanidad su deuda con la vida y con la Tierra. No surge de la codicia ni de cálculos mezquinos, sino del reconocimiento de que la existencia —humana, animal, vegetal y planetaria— merece respeto, cuidado y reverencia. Esto fue lo que se manifestó el 16 de septiembre en Cuenca, cuando más de cien mil almas recorrieron las calles exigiendo la revocatoria de la concesión minera y denunciando la complicidad histórica de autoridades nacionales y locales frente a la amenaza que pesa sobre Kinsa Qucha, Tres Lagunas.

Lo vivido no es un fenómeno aislado. La responsabilidad, cuando se ignora, se acumula en los pliegues de la historia y se proyecta sobre generaciones. Cada silencio, cada omisión, deja su huella en la conciencia colectiva. Hoy, quienes pudieron advertir o impedir la destrucción buscan refugio en la movilización ciudadana como si la justicia pudiera vestirse con su presencia tardía. Pero la ética no se improvisa ni se compra; la justicia es un faro que ilumina más allá de la intención superficial.

Ese martes 16 debería consagrarse como Día Cívico del Azuay, no solo para recordar un acto de protesta, sino como testimonio de que la acción consciente puede superar la indiferencia y la corrupción. Las voces de quienes conocen la minería, la administración pública, la salud y la ley iluminaron los riesgos que se cernían sobre el ecosistema, mientras documentos y testimonios —como los del abogado Felipe Delgado Jara— dan cuenta de demandas ciudadanas que han persistido por décadas.

Situaciones análogas se repiten en el cantón de Sígsig, donde la explotación minera ha contaminado ríos, bosques y suelos. Allí, como aquí, la historia revela un patrón: quienes tuvieron la obligación de proteger el entorno fallaron, y ahora buscan lavar su conciencia en la acción de otros. La memoria histórica permanece viva y reclama justicia; no hay olvido que borre el daño infligido. Igualmente, el abogado Sebastián Cevallos y el médico José Faicán, entre otros, han dado cuenta del horror que se comete en Infiernillos. 

El Segundo Levantamiento Indígena de la Comuna San Sebastián del Sígsig estaría por venir, como manifestación de un equilibrio que la historia exige. El primero, en el siglo pasado, recuerda la insurrección indígena que impidió el abuso de la autoridad y el dinero. La rebelión con honor no es un acto de poder, sino un recordatorio de la responsabilidad de cada ser frente a la vida y a la historia que construye. (O)

Dr. Edgar Pesántez

Médico-Cirujano. Licenciatura en Ciencias de la Información y Comunicación Social y en Lengua y Literatura. Maestría en Educomunicación y Estudios Culturales y doctorado en Estudios Latinoamericanos.

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