Irrespeto a espacios públicos y privados

Aun cuando la fuerza de la costumbre nos lleva a aceptar como casi normal el abuso y el irrespeto a las leyes y a las buenas costumbres —por parte de quienes creen que el poder económico o la influencia social constituyen el principio fundamental para imponerse sobre lo dispuesto por los hombres y la naturaleza—, existen irregularidades que dañan el alma y hasta el cuerpo, trayendo trastornos psíquicos como la ansiedad o somáticas como la gastritis.

Basta señalar una de las tantas contravenciones: el uso indebido de calles, veredas y avenidas por parte de los conductores de vehículos motorizados. Referirse a las normas de conducción sería tema de otra larga cuartilla. Resulta evidente el anárquico sistema que rige la circulación y el estacionamiento en la ciudad: automotores, motocicletas e incluso bicicletas se adueñan del espacio común sin consideración alguna.

Otro asunto que vuelve caótica la ciudad es la práctica de colocar carteles improvisados que anuncian que el espacio frente a determinada vivienda está “reservado”. Así, nadie más puede utilizarlo. Quien osa contradecir esa advertencia debe atenerse a las consecuencias, pues el daño a los vehículos no suele ser menor.

Hoy, en tiempos de mayor flujo vehicular, se ha vuelto práctica habitual estacionar donde venga en gana. A cualquier hora del día resulta prácticamente imposible transitar por el centro o sus alrededores. Ejemplo claro lo constituyen las calles aledañas a instituciones educativas o públicas: representantes de los estudiantes o empleados convierten las vías en parqueaderos improvisados, obstaculizando el paso como si fueran liderzuelos políticos en busca de protagonismo.

¡Esto no puede continuar! Tanto los propietarios de las casas, los vehículos y las autoridades tienen la obligación de velar por el cumplimiento de la ley y el respeto a los demás ciudadanos.

La situación ha llegado al extremo de que hasta en calles de retorno ciertos inquilinos o negociantes ocupan el espacio, impidiendo que los dueños de las viviendas puedan salir con sus vehículos. Recientemente se conoció el caso de un delincuente que averió un vehículo con tanque de gas; que de no haber mediado las cámaras de seguridad entregadas a la Sra. Barrera y recaído en la Fiscalía Primera, hasta sus propios familiares negaban el hecho, exigiendo pruebas antes que reconocer la verdad vista con sus propios ojos.

La convivencia urbana exige respeto de todos. Si el espacio no se protege, la ciudad misma se convierte en rehén de la prepotencia, del abuso y las agresiones de malhechores, como el caso ejemplificado. (O)

Dr. Edgar Pesántez

Médico-Cirujano. Licenciatura en Ciencias de la Información y Comunicación Social y en Lengua y Literatura. Maestría en Educomunicación y Estudios Culturales y doctorado en Estudios Latinoamericanos.

Publicaciones relacionadas

Mira también
Cerrar
Botón volver arriba