La pregunta es una puerta. Por supuesto, la existencia de esta puerta implica una conquista del pensamiento. Con la pregunta podemos reflexionar y podemos construir por provisional que sea, una respuesta. Por el contrario, sin preguntas permanecemos inmóviles, no solo en la ignorancia sino instalados en la indiferencia. Hay una mala comprensión de la educación tradicional, cuyo objetivo era dar respuestas, y de lo que en verdad se trataba era de encontrar preguntas, porque el saber no solo es un resultado sino una cuestión y también un cuestionamiento. Por eso toda pregunta es ética y política. Una educación centrada en la pregunta, es una educación crítica que no puede estar desarticulada de lo político. El único sujeto que puede generar preguntas es un sujeto libre, y la libertad no es más que esa autonomía responsable o el fundamento de la individualidad. En un contexto anómico, la pregunta nos permite replantear las cosas y quizá reconstruir los referentes. La posibilidad de la pregunta nos revela las condiciones para su existencia: la vigencia, por pequeña y tenue que sea, de la esperanza; el amor a la vida; la confianza en la capacidad creativa y racional del ser. Animémonos todos a hacer y rehacer preguntas. Ya sabemos que la salida de la minoría de edad no concluye en el dogma del saber, sino en el riesgo de pensar por sí mismo. Sapere Aude. (O)
