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Cuando la narrativa reemplaza a la verdad

Cuando inicié la carrera de periodismo en la Universidad de Cuenca, hace casi cuarenta años, lo esencial era hacer noticia. Salíamos a las calles en busca de los hechos, verificábamos la información mediante herramientas confiables como la entrevista, la observación, la investigación y el rastreo de documentos. Todo con el propósito de informar con base en la realidad.Hoy, en cambio, se comunica principalmente para crear contenido virtual.Perderse en un periodismo digital que no se enfoca en lo que realmente sucede, sino en cómo se lo cuenta, es un riesgo que urge observar. Si no lo hacemos, la realidad podría diluirse en relatos construidos para polarizar, manipular o emocionar con narrativas convenientes que, alejadas de la verdad, transforman la información en un territorio de discordia más que en un punto de encuentro.Esta narrativa, amplificada por la tecnología y las redes sociales, reemplaza los hechos y fabrica una cadena de percepciones colectivas. Mensajes que; repetidos mil veces, pueden eclipsar la evidencia más clara. Y, terminamos, ricos en información, pero pobres de verdad.Cuando cada quien se aferra a su verdad, el pensamiento crítico se debilita, y caemos cómodamente en creer solo aquello que confirma nuestros propios intereses y emociones. El resultado es la pérdida de un lenguaje común que garantice el diálogo. Y, porque no decirlo da cabida a: ignorar, ignorarnos, ignorarse, es decir a la ignorancia.Esta desinformación, que relega los hechos, anula nuestra capacidad de cuestionar y tiene además un efecto secundario: el miedo.Si en este camino la verdad se pierde, no …

Cuando inicié la carrera de periodismo en la Universidad de Cuenca, hace casi cuarenta años, lo esencial era hacer noticia. Salíamos a las calles en busca de los hechos, verificábamos la información mediante herramientas confiables como la entrevista, la observación, la investigación y el rastreo de documentos. Todo con el propósito de informar con base en la realidad.

Hoy, en cambio, se comunica principalmente para crear contenido virtual.

Perderse en un periodismo digital que no se enfoca en lo que realmente sucede, sino en cómo se lo cuenta, es un riesgo que urge observar. Si no lo hacemos, la realidad podría diluirse en relatos construidos para polarizar, manipular o emocionar con narrativas convenientes que, alejadas de la verdad, transforman la información en un territorio de discordia más que en un punto de encuentro.

Esta narrativa, amplificada por la tecnología y las redes sociales, reemplaza los hechos y fabrica una cadena de percepciones colectivas. Mensajes que; repetidos mil veces, pueden eclipsar la evidencia más clara. Y, terminamos, ricos en información, pero pobres de verdad.

Cuando cada quien se aferra a su verdad, el pensamiento crítico se debilita, y caemos cómodamente en creer solo aquello que confirma nuestros propios intereses y emociones. El resultado es la pérdida de un lenguaje común que garantice el diálogo. Y, porque no decirlo da cabida a: ignorar, ignorarnos, ignorarse, es decir a la ignorancia.

Esta desinformación, que relega los hechos, anula nuestra capacidad de cuestionar y tiene además un efecto secundario: el miedo.

Si en este camino la verdad se pierde, no habrá relato ni escrito alguno capaz de devolvernos el sentido profundo de lo que verdaderamente somos. (O)

Lcda. Tania Durán

Lcda. Tania Durán

Periodista y microempresaria ecuatoriana. Reconocida por su compromiso con el arte, la cultura, el eco-turismo comunitario y el medio ambiente. Pionera en la comunicación y educación participativa.