El voto que pide el presidente Daniel Noboa se enfrenta a un cúmulo de contradicciones que pesan más que cualquier consigna. En política, la credibilidad es el activo más valioso: sin confianza no hay consenso posible. Y hoy, esa confianza —en su palabra, en su proyecto, en su rumbo— está en duda.
El país se apresta a votar sobre un eventual proceso constituyente, pero el presidente no ha delineado con claridad qué tipo de país quiere construir. Apenas se sabe que su propuesta tendría 180 artículos —una versión reducida de la actual Constitución de 444— y que los contenidos se revelarán solo si gana. Esa opacidad, más que una estrategia, se parece a un cheque en blanco.
Algunos de sus voceros han dejado entrever ideas que recuerdan los años noventa: eliminar la gratuidad de la educación universitaria, disolver la Corte Constitucional o reducir derechos adquiridos. Si de eliminar instituciones se trata, no sería extraño que también se debiliten los principios que protegen a la naturaleza. Un cambio en esa dirección abriría la puerta a una nueva lógica extractivista, donde las necesidades económicas justificarían la explotación irrestricta de los recursos naturales. En ese escenario, proyectos como el de Quimsacocha correrían un riesgo inminente.
Otra de las preguntas de la consulta plantea permitir la instalación de bases militares extranjeras “para operaciones contra el crimen transnacional”. Detrás de esa frase técnica se esconde una preocupación mayor: la posibilidad de que Galápagos, nuestro frágil tesoro ecológico, se convierta en punto de operaciones de alguna potencia militar. Nadie que ame a este país quiere ver a las islas convertidas en plataforma de conflictos ajenos.
Finalmente, la mayor contradicción del presidente Noboa está en la distancia entre su discurso y sus actos. Prometió cambio, pero gobierna con los métodos del pasado; ofreció diálogo, pero evita la rendición de cuentas; habló de juventud, pero recicla viejas prácticas de poder. El 16 de noviembre no solo se votará una consulta: se pondrá a prueba la credibilidad de un presidente que aún no decide si quiere ser el futuro o la repetición de la historia. (O)
@avilanieto





