Desde su nombre -esta fiesta ya institucionalizada en el país- nos remite a otra cultura, a otras costumbres, a otras celebraciones. “All Hallows Eve“ significa “la víspera de todos los santos“ en alusión a la fiesta cristiana que conmemora dicha festividad.
Los celtas de Irlanda, allá por los años 600 a.c., celebraban el paso de la estación de la luz a la de la oscuridad, que coincide con el final de octubre, época de recordación de los muertos y de ahí la presencia de fantasmas, para cuya representación se buscaba prendas que generen miedo, a fin de poder ahuyentarlos. Los niños salían a las calles y pedían algo que calme su miedo y temor a los fantasmas. Surge entonces la costumbre de entregarles caramelos.
Estas tradiciones de los inmigrantes irlandeses llegaron a los Estados Unidos y, por ello, la fiesta de Halloween exhibe a las brujas y a otras maneras de causar miedo, para ahuyentar el espíritu de los muertos.
El gato negro, el búho, el murciélago y la araña se exponen como elementos o animales que generan miedo. La entrega de dulces a los niños busca ahuyentar a estos espíritus malignos.
Se impusieron los colores naranja, como el color del otoño y de los árboles y el negro, como el color de la noche, de la oscuridad y del miedo. Esta fiesta traída de otras culturas, se ha impuesto en los países latinoamericanos y, hoy, la proliferación de brujas y vestuario en negro y naranja, en las calles y almacenes, anuncian la fiesta de Halloween. (O)


 
			






