Pum, pum, pum. Esta entrada la redacto con preocupación. ¿En qué momento se dispararon las estadísticas de muertes por encargo? En menos de un mes, los asesinatos han aumentado terriblemente en Azuay y Cañar. Tengo grabado en la mente cómo un sicario ingresó a un mercado de Azogues y asesinó cruelmente a una madre y su hija. La gente huyó despavorida para no ser alcanzada por los proyectiles.
El nuevo sicariato ocurrido en Cuenca me eriza la piel. Vivo justo por la zona donde un gatillero asesinó a dos ocupantes de una camioneta. Paso por esa avenida todos los días. Me intriga imaginar que en ese momento pude haber circulado con mis dos hijos junto al vehículo atacado. Se me hace un nudo en la garganta. Un barrio tan tranquilo fue escenario de un crimen atroz.
Creo que ya es momento de dejar atrás los enfrentamientos políticos. Necesitamos que las autoridades se sienten a dialogar y, sobre todo, a ejecutar. De nada sirven reuniones de horas si al final del día el acta termina abandonada en la esquina de un escritorio. El sistema necesita un cambio estructural. ¿Cómo es posible que la Policía capture a los infractores y los administradores de justicia les otorguen medidas cautelares? Sanciones suavitas para esas “mansas palomas”.
Informes preliminares dicen que se trata de enfrentamientos entre bandas que se pelean por el control de los actos ilícitos en la ciudad. Mal por ellos, porque si un objetivo circula por un parque o una plaza, los enemigos le caen a plomazos y las balas perdidas terminan afectando a terceros que no tienen nada que ver con esas disputas delincuenciales.
Los ciudadanos exigen más acciones. Es momento de aplicar medidas firmes y de verdad. Las respuestas no deben quedarse solo en el conteo de proyectiles o en el resumen de los hechos. ¡No! Se pide que los culpables sean atrapados y sancionados. Porque si vuelven a salir a las calles, en un abrir y cerrar de ojos delinquen y, por mala suerte, ciegan la vida de gente inocente cuyo único pecado fue estar en el momento equivocado. (O)





