Mañana, no sabemos de qué día, volveremos a seguir echando estiércol contra la Asamblea y los asambleístas; diciéndoles: no valen ni un céntimo, tarea de vagos, inoperantes, inexpertos, corruptos, vendidos, diezmeros; si con solo dos de seis sería suficiente para seguir teniendo iras, porque, a fin de cuentas, son un mal necesario para la democracia.
Volveremos a seguir echando toda la basura del mundo contra políticos y politiqueros de toda levadura, envidiándoles porque papá Estado, de donde no tiene, tiene que darles dinero para que sigan sobreviviendo, tanto a los cobijados en partidos y movimientos con “nombres de yogurt”, como a los cobijados con nombres de chongo; lanzándoles creso y querosene porque proliferan como hongos; maldiciéndoles porque nos prometen polvo en papel de aluminio, y nosotros, giles, les creemos, y hasta hacemos los “calentados”.
Volveremos a seguir quejándonos de que el crimen organizado, aquel monstruo internacional con capacidad bélica, política y económica, que ya la quisiera tener cualquier Estado, nos tiene encerrados, “apanicados”, nos pone candidatos, financia a otros, lava dinero donde le da la gana; recluta a nuestros jóvenes para convertirlos en gatilleros; les droga a otros para que siga el menudeo de mariguana, cocaína que, cual roscas de harina, se vende hasta en los atrios de las iglesias.
Volveremos, mareados, a decir, que sí, que sí convendría que otros países nos ayuden a enfrentar a ese ejército del mal, porque, al fin y al cabo, la soberanía vale, pero de soberanía no se vive; que los derechos, los que sean, valen, pero menos que, a nombre de ellos, nos enfanguen presente y futuro, y nos dejen sin ayer.
Mañana, no sabemos de qué día, volveremos a decir que la Constitución ya no da para más; que, entre tanta leche “verdiblanca” tiene cianuro; que, entre su follaje verbal, coexisten entes con más poder que cualquier otro poder; que hasta puede seguir inventando otros derechos, hasta para ser sepultados verticalmente para ahorrar espacio en el cementerio, o pedirles olmo a las peras.
Ayer despertamos dejando constancia de que en el Ecuador todo está bien; que no pasa nada; que de gana nos preguntan, sabiendo que nunca resolvemos las preguntas; y, como el estudiante vago, terminamos castigando al profesor que nos las hace, aplicándole el derecho a la tacha por no respetar nuestro derecho a ser, de todo un poco, ignorantes, petulantes, indolentes, resentidos, divididos, polarizados; y como el país anda bien, mañana actuaremos como el pato que le pidió perdón a la gallina por haberse equivocado de cola y por no tener tetas. (O)







