El 16 de noviembre de 1965, a pocos días antes de la clausura del Concilio Vaticano II, unos 40 obispos se reunieron en las Catacumbas de Domitila, en Roma, donde celebraron una Eucaristía y firmaron un documento conocido como el PACTO DE LAS CATACUMBAS, que marcaría un antes y un después en la historia del catolicismo. Inspirados por el Concilio y por figuras como Dom Hélder Cámara, Enrique Angelelli y Leónidas Proaño, estos obispos se comprometieron a vivir con sencillez, a renunciar a privilegios y a hacer de la justicia social su misión fundamental. Compromiso feliz que no quedó solo en un gesto simbólico, sino que inspiró a la Teología de la Liberación, a las comunidades eclesiales de base y a los obispos que les sucedieron en los años 70 y 80, a quienes les tocó enfrentar dictaduras y defender los verdaderos derechos humanos en América Latina.
En 2019, en el marco del Sínodo de la Amazonía, más de 250 obispos firmaron un nuevo compromiso llamado el «Pacto de las Catacumbas por la Casa Común». Esta nueva versión amplió la preocupación por los pobres, incluyendo la crisis climática, la defensa de los pueblos indígenas y el cuidado del medio ambiente. Sin embargo, la huella de este pacto ha sido limitada: La falta de una implementación concreta y la resistencia de algunos sectores de la Iglesia han impedido que tenga un efecto transformador como el original. Pese a ello, hay obispos que siguen fieles a la opción preferencial por los pobres, promoviendo una Iglesia cercana a los excluidos y crítica de las estructuras de opresión.
El pacto de las catacumbas, firmado hace sesenta años, es un testimonio profético dentro de la Iglesia, que desafía a los cristianos a vivir la sencillez evangélica y la solidaridad con los más necesitados. Aunque no fue una declaración oficial del Concilio Vaticano II, su espíritu sigue vivo en la misión de la Iglesia actual, especialmente en la opción preferencial por los pobres promovida, en su tiempo, por el Papa Francisco, y en la actualidad por el Papa León, a través su primera exhortación Apostólica: “Dilexi te” = (“te amé”).
En todo caso, el destino del Pacto de las Catacumbas depende, en última instancia, de la valentía de los obispos y del compromiso de los fieles en hacer de la fe no solo una doctrina, sino un testimonio de vida en favor de la justicia y la dignidad humana. (O)






