La libertad sensata es un concepto elaborado por el célebre filósofo francés Paul Ricoeur para explicar cómo la libertad puede ser contenida y realizada sobre la existencia de las instituciones políticas. En el fondo se trata de un intento de conciliar libertad y justicia, de construir una arquitectura social que permita el buen vivir (euzen) de todos en un plano de libertad, precisamente porque la libertad no puede realizarse en el aislamiento sino en la vida colectiva, que requiere de la idea de justicia y de la reflexión ética, así como de la institución como mediación necesaria. Ricoeur plantea que la relación entre libertad e institución constituye el núcleo donde se forma el sentido de la filosofía política. Pues bien, la idea es que aparece la libertad rompiendo el determinismo de la historia, remitiéndonos a un ser concreto que puede elegir y decidir en un ámbito atravesado por relaciones de poder. El desafío es descubrir un acto que dé origen simultáneo a la comunidad política y a la libertad individual, un acto que funde el orden político. Según otro pensador, Rousseau, la obediencia a la ley que uno mismo se ha prescrito es la libertad. Ser libre implica no estar sometido ni a otros, ni a la naturaleza, ni a las necesidades. Pero esta libertad bien podría transformarse en terror y destrucción. Para superar este riesgo Ricoeur introduce el concepto de derecho sin que se anule la paradoja de la política. Es decir, si la política aparece como el ámbito del sentido frente a la violencia individual, lo hace solo a partir de la propia violencia. La libertad sensata en cualquier caso permite reconocer la función de la institución en la instauración de la libertad, por eso la política solo puede ser pensada como el arte de manejar y arbitrar los conflictos entre la esfera privada de la libertad y la esfera pública del poder. (O)







