DE HISTORIA EN HISTORIA
Cuando Dante Alighieri escribió la “Divina Comedia” a principios del siglo XIV, su intención no solo fue crear una obra de literatura, sino también publicar su opinión sobre grandes personajes y enemigos personales.
Más allá de describir al Infierno, Purgatorio y Paraíso, convirtió su obra en un escenario de justicia poética en donde emperadores, ciudadanos, papas y nobles fueron repartidos en los distintos niveles del más allá según sus pecados y virtudes, o según cómo lo habían tratado.
Cuando empezó a escribir la “Divina Comedia”, en Florencia, su ciudad, los bandos güelfos y gibelinos se enfrentaban con saña. Él militó con los güelfos, aliados del Sumo Pontífice, pero acabó enemistado con el papa Bonifacio VIII quien le mandó al exilio y ordenó quemar una efigie suya como una ejecución simbólica. No es coincidencia que en el Infierno de su obra aparezcan tanto Bonifacio como otras personas vinculadas a su caída política.
El criterio de Dante combinaba la doctrina católica con sus ideales de justicia y moral y, en ocasiones, con rencillas personales. Los castigos o recompensas que recibían sus personajes eran proporcionales a su conducta y eran colocados en el lugar que el poeta consideraba adecuado.
Por ejemplo, Ulises, el héroe griego, aparece en el Infierno juzgado por su astucia y ambición desmedida, más no por sus hazañas. Catón, el joven, un romano que se suicidó, es presentado como guardián del Purgatorio, pues Dante lo considera un ícono de libertad y civismo al haber preferido la muerte antes que la humillación de recibir el perdón de Julio César y vivir bajo su tiranía. Reyes y emperadores qué, en su opinión encarnaban el ideal de la justicia divina, se encontraban en el Paraíso. Dante también demostró ser muy rencoroso con quien le había agraviado. Usó su obra para castigar a enemigos personales como Filippo Argenti, un noble florentino quien se opuso a la revocación de su exilio y que aparece en el círculo infernal en donde acaban los iracundos. No solo lo condena, sino que en el poema no oculta su felicidad por el castigo eterno de su enemigo.
Quizá es por esta fusión de literatura, resentimientos políticos y personales que la “Divina Comedia” sigue fascinando a los lectores. Es un ejemplo de cómo la literatura puede servir para desahogar traumas personales, algo que hoy día muchos escritores siguen practicando. Dante convirtió su dolor personal en una crónica universal. Finalmente, eternizó a quienes lo desterraron, aunque fuesen como almas condenadas. (O)


