Los ángeles de la guarda o ángeles custodios, según el Catolicismo o el Cristianismo, son seres espirituales no corporales mensajeros de Dios para proteger, guardar y guiar a cada persona, reflejando la Gloria de Cristo.
El Papa Francisco, el 2 de octubre de 2014, Fiesta de los Santos Ángeles Custodios, en un encuentro multitudinario de fieles decía: ¿Cómo es tu relación con el ángel custodio. Lo escuchas, le dices buen día por la mañana, hablas con él, le pides consejo?
En este tiempo, en que parece no existir ni Dios, ni Satán, ni ángeles, ni demonios, sino solo el hombre abandonado a su propia suerte, sin origen ni destino trascendentales, escribir sobre el ángel custodio que tuvo Jesús, el hijo de Dios, al nacer del vientre de María, ciertamente resulta una misión inaudita y fascinante, siendo el resultado una obra agradable y de crecimiento espiritual.
El autor es Santiago Flor Caravia, nacido en Quito en marzo de 1973, Sacerdote católico y misionero en Japón, ordenando hace 25 años. Quizá al ser testigo en una sociedad con gran desarrollo económico y productivo pero necesitada más de calor humano que de tecnología, con una tasa de suicidio juvenil persistentemente alta, adultos mayores que prefieren ingresar a la cárcel que vivir solos, le impulsó a escribir sobre lo que nos da alegría y sentido a la vida.
La obra presentada en el Ecuador es de gran calidad literaria, fiel a las escrituras, fecundado por la tradición cristiana y su propia experiencia vivencial que relata la poco conocida infancia y crecimiento de Jesús, construye a sus personajes que los humaniza. Crece en el seno de la Sagrada Familia para prepararse a su entrega en la Cruz y salvar a la humanidad.
Los relatos que más me impresionan son la inmensa alegría en el cielo por la respuesta de la joven María al arcángel Gabriel: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”. Lo imposible de atentar los demonios contra la Virgen María por cuanto estaba blindada de una coraza de humildad. La Santidad de José por su generosidad por los pobres, la honestidad en su trabajo y la delicadeza con María.
¡Qué en esa Navidad, camino de amor, esperanza y cercanía de Dios, podamos sentir a nuestro ángel custodio, escucharle y seguir sus pasos! (O)





