Mascotas: cariño y compromiso

Hemos levantado la voz contra la irresponsabilidad de quienes tienen mascotas —especialmente perros— que los sacan a parques, calles y veredas para que hagan sus deyecciones, sin el más mínimo gesto de respeto al espacio común. Luego regresan a casa dejando tras de sí el rastro del descuido. Cuando alguien se atreve a reclamarles, responden con insultos o gestos obscenos como cerrar el puño y extender el dedo medio. Así, los espacios verdes y de caminar humano terminan con un aspecto infamante.

Hoy quiero hablar de los animalitos más fieles que cualquiera de la especie “racional”. Como he sido bendecido con uno de ellos, siento el deber de defenderlos. Muchos los tienen solo para vanagloria, sin comprender que ellos nos miran con una admiración pura, transparente, casi sagrada. Pocos se detienen a escuchar su lenguaje sin palabras: esa ternura que habita en su mirada, en el leve movimiento de su cola, en el silencio acompañamiento… sin pedir nada.

Sobre su vejez y agonía los psicólogos albéitares cuentan que, en los últimos años de sus vidas, estas mascotitas esperan ansiosamente el regreso de su amo. Miran la puerta, una y otra vez, y cuando él llega, solo quieren sentirlo cerca. Sin embargo, hay quienes no soportan esta condición final y los abandonan o deciden terminar su vida antes de tiempo.

Se dice que algunos perritos lloran bajito, buscan con la mirada como si preguntaran –¿Dónde está mi persona? Ningún profesional puede llenar ese vacío, porque su corazón no late por el veterinario: late por ti. Es triste, pero cierto: ellos estuvieron contigo en cada alegría, en cada tristeza, en cada día cualquiera. Y, cuando necesitan, los abandonan.

Estar ahí no es fácil. Ver partir a un amigo fiel rompe el alma. La reciprocidad verdadera se mide en esos instantes: cuando tu voz es lo último que escuchan, cuando tus manos son la última caricia, cuando tu mirada les dice sin palabras –Gracias por tanto amor.

Dios nos confió a los animales como compañeros y guardianes de nuestra existencia. Ellos nunca nos dejaron solos. Por eso, el mayor acto de amor que podemos ofrecerles es acompañarlos hasta el final. Porque despedirlos duele… pero quedarse junto a ellos, hasta el último aliento, convierte el dolor en gratitud.

Cuando llegue el colofón, recuerda: tu mascota no necesita a nadie más que a ti. Y sí que hay personas sensibles como Dany Castillo B., ejemplo de amor y gratitud hacia quien le dio compañía, lealtad y ternura a su paso por la vida. (O)

Dr. Edgar Pesántez

Dr. Edgar Pesántez

Médico-Cirujano. Licenciatura en Ciencias de la Información y Comunicación Social y en Lengua y Literatura. Maestría en Educomunicación y Estudios Culturales y doctorado en Estudios Latinoamericanos.
Últimas Noticias