Las provincias australes de la sierra, Cañar, Azuay, Loja, junto con las orientales, son el más claro ejemplo de lo funesto que ha sido el desarrollo bipolar del país. En la costa, a las buenas o a las malas, se ha realizado obra pública y las ciudades principales de esa especie de centralismo bicéfalo son las únicas que han prosperado. Los diversos gobiernos de esta época democrática han prometido trabajar por el adelanto de las provincias australes, hasta han jurado por Dios y por la Patria que lo harían, inclusive hemos tenido ministros de Obras Públicas y no se ha conseguido salir de una situación en que hablar de subdesarrollo es poco.
Ahora mismo sería de desear que el presidente de la República y el ministro de Obras Públicas recorran, sin advertencia previa, la panamericana desde Alausí hasta Loja, la Durán Tambo, la Cuenca Machala, la Cuenca-Molleturo-Naranjal, la Cuenca Macas y la Cuenca Gualaquiza, para que se den cuenta que las carreteras de esta región son indignas de ese nombre.
Se habla de que el turismo es una industria con enorme potencial y que debería proporcionar al Estado los recursos que dentro de poco ya no dará el petróleo, y sin embargo las vías y los aeropuertos son malos e inseguros, se retiró la vía del ferrocarril en lugar de repararla y la obra pública está paralizada pues carreteras y puentes comenzados hace años, no se concluyen ni se rehabilitan como es obligación del Estado hacerlo o dar en concesión, al fin, la vialidad para que sean empresas privadas las que se ocupen de darnos el desarrollo que no tenemos porque los impuestos se evaden o el dinero recaudado se va en burocracia dorada y corrupción.
Cierto es que una parte de culpa la tienen nuestras autoridades que, con alguna excepción, no han actuado con la energía y vigor suficientes, sino con timidez, debilidad y humildad, para obligar a que el centralismo inicuo entregue las rentas que por derecho nos corresponden. Por esto es que el Austro tiene que recuperar su ancestral valor y exigir sus propias reivindicaciones. Debe terminar el servilismo de las autoridades que por conservar sus puestos viven de rodillas y son incapaces de reclamar obras necesarias y eternamente ofrecidas. (O)







