
San Bartolomé, una parroquia enclavada en el cantón Sígsig, guarda un secreto: aquí, la madera canta. Conocida como “la tierra de las guitarras”, este rincón ha dado vida por generaciones a instrumentos que viajan por el mundo llevando la calidez y el pulso de los Andes.
En esta tierra, la guitarra no solo es un objeto, es casi un miembro de la familia, nacida del esfuerzo, la paciencia y el ingenio de sus constructores.
Así surgió la Ruta de las Guitarras, un proyecto de turismo comunitario que invita a los viajeros a adentrarse en los talleres de los luthiers, testigos de historias que se entretejen entre virutas y galopes.




Ángel Uyaguari, galardonado
Uno de los talleres emblemáticos está a 3 kilómetros vía al Sígsig, junto al Seguro Campesino. Allí trabaja Ángel Emiliano Uyaguari, quien a sus 72 años —y con 45 dedicados a este oficio— recibió la Presea “José Domingo La Mar”.
Este reconocimiento fue otorgado el 25 de junio de 2025 por la Prefectura, en el marco de la Sesión Solemne por los 201 años de provincialización del Azuay.
El galardón distingue a los azuayos que sobresalen en manifestaciones culturales de las artes populares, las artesanías tradicionales y la creación de expresiones artísticas.
En el caso de don Ángel es un homenaje a toda una vida moldeando guitarras con manos curtidas y una sabiduría afinada con los años.
“Mi papá era negociante y nos impulsó a aprender. Yo fui el primer hijo y aprendí a los 14 años con el maestro Víctor Tocachi. Luego me fui a la Costa a trabajar en bananeras, pero regresé y desde los 25 años estoy firme en esto”, cuenta Ángel mientras enseña una guitarra recién lustrada.
Recuerda con nostalgia la década entre 1990 y 2000, cuando los pedidos llegaban desde Quito y otras ciudades del país e incluso se exportaban guitarras a México.
“Cada tres meses entregábamos entre 20 y 30 guitarras con mis hermanos Juan y Homero. Ahora, con el libre comercio y las guitarras chinas, bajó mucho”, dice.
Sin embargo, sus creaciones han llegado a países como Holanda, España y Estados Unidos, llevadas por turistas que buscan un instrumento tradicional.
“Voy a seguir en esto hasta que Dios me dé vida y salud», dice. En su taller en San Bartolomé todavía usa galopes antiguos, hojas de cepillo y formones que adquirió hace décadas y los conserva.
José Homero Uyaguari
A la entrada a San Bartolomé, está el taller de José Homero Uyaguari, hermano de Ángel, quien también lleva casi medio siglo en el oficio. Juntos mantienen viva una tradición que aprendieron hombro a hombro desde adolescentes.

El maestro José Homero Uyaguari, integra la Ruta de las Guitarras. XCA
Homero muestra con orgullo guitarras elaboradas con madera de capulí, nogal, cedro, aliso y hasta maderas exóticas como el ébano de Madagascar, con las que fabrican diapasones y puntiazuelos.
“Antes todos aquí éramos guitarreros, pero muchos migraron o se dedicaron a otra cosa porque esto ya no da para el sustento. Ahora quedamos unicamente seis”.
Oswaldo Landi, afina el arte con investigación
La Ruta de las Guitarras continúa en el taller de Oswaldo Landi, quien empezó a fabricar guitarras a los 17 años y, desde los 35, se dedicó a investigar cómo mejorar el sonido y la construcción.

El artesano Oswaldo Landi trabaja en la elaboración de una guitarra, en su taller en el sector de Panzha. XCA
“La investigación me ha ayudado a perfeccionar el armado. Me he inventado moldes y herramientas para que la caja quede precisa y el sonido salga nítido”.
Combina este oficio con trabajos de carpintería y algo de agricultura. “Mis hijos no han aprendido, tampoco les he insistido mucho, porque no es sustentable”, confiesa con cierta resignación.
Ruta de las Guitarras
Hoy, la Ruta de las Guitarras de San Bartolomé está formada por seis talleres, donde la gente puede ver de cerca el proceso: desde el corte de la madera.
Los precios varían de acuerdo con los materiales y detalles como los taraceados, esas finas incrustaciones hechas a mano con madera de pumamaki tinturada. Pueden ir desde 80 hasta 1.500 dólares.
Pero San Bartolomé no es solo guitarras también hay la gastronomía típica. El visitante puede disfrutar de un cuy asado, empanadas de viento o morocho con tortilla antes de volver a Cuenca.
Ángel, Homero, Oswaldo y los pocos que quedan saben que tal vez la industria los ha rebasado, pero sus guitarras guardan algo que ninguna máquina puede replicar: el toque de manos artesanas y el latido del corazón que se queda atrapado en cada cuerda, esperando a ser liberado con un acorde. (PNH)-(I)
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